12/2/12

Eduard Streltsov, de estrella nacional al Gulag



Estatua de Eduard Streltsov, el jugador que no tuvo miedo a la URRS.


El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio que aturde las calles.
El miedo amenaza.
Si usted ama tendrá sida.
Si fuma tendrá cáncer.
Si respira tendrá contaminación.
Si bebe tendrá accidentes.
Si come tendrá colesterol.
Si habla tendrá desempleo.
Si camina tendrá violencia.
Si piensa tendrá angustia.
Si duda tendrá locura.
Si siente tendrá soledad....

Fragmento tomado de "El miedo manda" de Eduardo Galeano.


Es innegable que el fútbol se ha convertido, queramos o no, en parte fundamental de nuestras vidas. De una forma o de otra los grandes acontecimientos de este fenómeno de masas afectan a nuestra vida cotidiana, llegando incluso a adquirir tintes políticos cuando sus dirigentes ( o los más radicales hinchas ) deciden acercar dos mundos que la lógica coloca separados: deporte y política. 
Esta tendencia no es algo reciente. Los romanos con su famoso "Panem et circenses" marcaron las pautas a seguir para controlar a la sociedad mediante acontecimientos deportivos y desde entonces, lo que debería ser un mero pasatiempo o profesión se ha convertido, paulatinamente, en un arma poderosa cuando se deja en las manos erróneas. No hay más que echar la vista atrás unas cuantas décadas para ver como la Alemania Nazi intentó destacar su supremacía por medio de las Olimpiadas o como años más tarde la URSS llevaría la Guerra Fría a los 64 escaques de un tablero de ajedrez.
Sin embargo, entre toda esta mezcolanza de intereses que rodea al deporte, todavía surgen personas que mantienen una serie de valores por encima de las presiones de aquellos que se creen con derecho a transformar el deporte en un espectáculo político. Y entre ellos, hoy hemos querido destacar a Eduard Streltsov, el Pelé Ruso.

Eduard Streltsov nació en los albores de la Segunda Guerra Mundial (1937), por lo que no es de extrañar que su infancia estuviese, como la de tantos otros niños, rodeada de miseria y pobreza; con el conflicto terminado, la URSS levantó el "Telón de Acero" lo cual acabó por destrozar a la larga la ya mermada economía soviética. Criado por su madre en un suburbio de Moscú, Streltsov pasó sus primeros años trabajando junto a Sofía en una fábrica metalúrgica de la ciudad. Sus únicos ratos de ocio los dedicaba a una de las pocas cosas que se pueden hacer gratis cuando tus amigos y tú solo disponen de campos yermos: jugar al fútbol. Ya en esos primeros compases de su carrera futbolística Streltsov destacaba por encima de sus compañeros, lo cual acabó por llamar la atención del capitán del equipo de la fábrica, que decidió incorporarle a la edad de 13 años. Eduard Strelsov se había convertido de la noche a la mañana en el jugador más joven en la historia del club. 
Durante los siguientes 3 años el joven futbolista jugó para la fábrica Fráser hasta que en 1953, tras un amisto contra el Torpedo de Moscú, entabló amistad con el entrenador que le convenció para fichar por el que se convertiría años más tarde en el club de su vida. Como veremos a continuación, la expresión inglesa "One Club Man" encontraría en un joven de 17 años su máximo representante.

Su fichaje por el Torpedo de Moscú no pudo ser más acertado. Tras una primera temporada bastante discreta, los éxitos se sucedieron. Con tan solo 17 años se convirtió uno de los máximos goleadores de la Liga por lo que el seleccionador soviético decidió convococarle para el equipo nacional. Su debut hizo honor a su clase: marcó tres goles y repitió la hazaña en el siguiente partido lo cual le hizo ganarse un puesto fijo en la selección. Mientras tanto, Streltsov seguía cosechando títulos individuales en las filas del Torpedo: a los 18 años fue el máximo goleador del torneo con una grada entregada con tan solo verle saltar al campo. Algunos ya comenzaban incluso a proponerle para el Balón de Oro, especialmente tras comandar a la selección soviéta ganadora del oro en las Olimpiadas con tan solo 19 años. Su carrera era simplemente imparable. Y no solo eso, su cabello rubio y sus maneras de Casanova lo estaban convirtiendo también en un destacado personaje dentro de la sociedad soviética, tal y como lo fue George Best dos décadas más tarde. Y cuando parecía que nada podía torcerse en la vida de ese chico venido de un humilde barrio, la política se cruzó en su camino...

"Tiene la enfermedad de una estrella: fuma, bebe y provoca peleas", escribió el diario Pravda

Como hemos dicho Streltsov a la pronta edad de 20 años ya era considerado por el panorama futbolístico como una promesa consagrada y candidata a disputar el Balón de Oro. Además, el pertenecer a un humilde equipo como el Torpedo no hacía más que engrandecer su figura, cosa que sin embargo no gustaba dentro del Alto Mando soviético, que veía como una de las grandes estrellas que había producido el país no jugaba en ninguno de los grandes equipos que rivalizaban por la corona en Europa: el CSK de Moscú o el Dínamo de Kiev.
Así que "sugurieron" a Streltsov que abandonase las filas del Torpedo para integrarse en cualquiera de los dos equipos gubernamentales (el CSK era el equipo del Ejército Rojo mientras que el Dínamo pertenecía a la KGB).  Sorprendentemente Streltsov se negó en rotundo, permaneciendo fiel así al equipo que le había llevado a la gloria. Ni siquiera su compañero de selección, Lev Yashin (La araña negra) consiguió convencerle. 
La decisión evidentemente molestó en las altas esferas del gobierno que comenzaron a buscar la manera de obligarle a abandonar el Torpedo. Desgraciadamente para ellos, todavía aparecen individuos con valores, con la capacidad de decir "No" a las reglas del juego establecidas. Seguramente Streltsov podría haber alcanzado la gloria, el Balón de Oro y numerosos títulos internacionales de haber aceptado la sugerencia del gobierno, pero para él jugar al fútbol solo tenía sentido si lo hacía dónde él quería: en este caso en las filas del Torpedo. Por tanto, tras su negativa, tan solo cabía esperar la reacción del gobierno. Es cierto que tampoco le ayudaron las supuestas tentativas de deserción que se le achacaron por aquel entonces, pero su díscolo comportamiento entrañaba, ya de por sí, demasiados problemas para los dirigentes de la URSS: la gente veía en el aclamado futbolista un símbolo de oposición a sus dirigentes.
La venganza contra Streltsov comenzó a fraguarse en una de las fiestas que tan a menudo frecuentaba la estrella futbolística. Acompañado de la hija de 16 años de una de las mujeres más influyentes del gobierno soviético, el delantero volvió a desplantar a las autoridades rusas tras rechazar en público la conminación de la madre para desposar a la muchacha. De hecho cuentan que posteriormente se mofó de la joven una vez que el alcohol corrió por sus venas, algo que sucedía habitualmente. "Prefiero que me ahorquen a casarme con esa chicha" fue una de las frases que se le atribuyeron la fatídica noche.
Verdad o no, este nuevo desplante solo empeoró su ya delicada situación. Tras un partido de preparación para el Mundial, Streltsov y sus compañeros de equipo fueron invitados a una fiesta en la que se vertió el alcohol suficiente como para que a la mañana siguiente se le pudiera acusar de violar a la joven Marina Lebedeva, otra de las chicas que solían acompañarle. Las endebles pruebas y acusaciones que se presentaron contra él dejaron entrever que todo había sido orquestado por el gobierno soviético en venganza de sus constantes negativas. Ni tan siquiera la petición del seleccionador ruso para que le dejaran en libertad sirvió para revocar la decisión del tribunal. Streltsov fue encarcelado pese a que negó en repetidas ocasiones haber cometido el crimen. Sin embargo, la trama que se urdió contra él aún no había terminado.

Tras su encarcelamiento a los 20 años de edad (1957), Streltsov recibió una peligrosa oferta del gobierno soviético: si confesaba, podría disputar el Mundial de Suecia de 1958. Streltsov se autoinculpó y acto seguido fue condenado a doce años de trabajos forzados en el Gulag, una muerte en vida debido a las miserables condiciones que allí tenían que soportarse. Tal fue la repercusión de esta noticia que para cuando llegó el Mundial, los analistas europeos consideraron que dos equipos llegaban muy mermados a la competición: Inglaterra, tras perder a sus integrantes del Manchester United en el accidente áreo de Munich, y la URSS, que había decidido no contar con Streltsov. Así que, mientras la estrella se pudría en el Gulag, la URSS protagonizaba una discreta actuación en el torneo: perdió en la fase de grupos contra el Brasil de Pelé y Garrincha (que posteriomente arrasaría en el torneo) y fue eliminada por la anfitriona en los cuartos de final.
Durante los años que estuvo en prisión, las protestas de los hinchas del Torpedo se sucedieron, pidiendo la liberación de su ídolo. Finalmente tras 5 años, Streltsov fue puesto en liberad, pero nunca volvió a ser el mismo. “Aquellos cinco años en el Gulag le cambiaron profundamente”, explica Iaria, el autor italiano que compuso su biografía. “Antes era una chico radiante, a veces arrogante, al que no le importaban las buenas maneras. Con aquel look, con el pelo a lo teddy boy estaba muy lejos de la imagen severa del joven soviético. Parecía un chico de Londres o Nueva York. Tras el Gulag, sus noches de alcohol se redujeron notablemente… En resumen, fue domesticado por el régimen”  Es cierto que tras reincoporarse a las filas del Torpedo y de la Selección volvió a acumular títulos individuales: se convirtió en el cuarto máximo goleador del combinado nacional con 25 tantos en 38 partidos y obtuvo una Liga y una Copa en las filas de su equipo, lo que le permitió ser nombrado como mejor futbolista soviético en 1967 y 1968. Sin embargo, cargar troncos a 40 grados bajo cero, trabajar en la transformación nuclear del uranio o desfallecer en las minas dejó una huella imborrable en él que le acompañó hasta su muerte en 1990 como consecuencia de un cáncer de pulmón.

El deporte se convirtió en una forma más de demostrar la supremacía de la URSS sobre el resto de los países, y los deportistas un mero instrumento educador de las generaciones más jóvenes. Por eso, figuras como las de Streltsov, que de una forma u otra vivían conforme a un estilo occidental, constituían un peligro para la maquinaria soviética. En el caso del delantero, no hizo ni siquiera falta que se declarase abiertamente anticomunista; sus taconazos, sus fiestas y sus maneras de Casanova, más parecidas a una estrella de Hollywood que a un "soldado" de la URSS, sonaban como notas discordantes con las rígidas maneras impuestas por el gobierno de Stalin. Y esto tan solo podía tener dos finales: aceptar las imposiciones de sus superiores, o acabar desterrado en el frío Gulag. Por desgracia, una vez más, la política se impuso al deporte.

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