Estatua de Eduard Streltsov, el jugador que no tuvo miedo a la URRS. |
El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio que aturde las calles.
El miedo amenaza.
Si usted ama tendrá sida.
Si usted ama tendrá sida.
Si fuma tendrá cáncer.
Si respira tendrá contaminación.
Si bebe tendrá accidentes.
Si come tendrá colesterol.
Si habla tendrá desempleo.
Si camina tendrá violencia.
Si piensa tendrá angustia.
Si duda tendrá locura.
Si siente tendrá soledad....
Fragmento tomado de "El miedo manda" de Eduardo Galeano.
Esta tendencia no es algo reciente. Los romanos con su
famoso "Panem et circenses" marcaron las pautas a seguir para
controlar a la sociedad mediante acontecimientos deportivos y desde entonces,
lo que debería ser un mero pasatiempo o profesión se ha convertido,
paulatinamente, en un arma poderosa cuando se deja en las manos erróneas. No
hay más que echar la vista atrás unas cuantas décadas para ver como la Alemania
Nazi intentó destacar su supremacía por medio de las Olimpiadas o como años más
tarde la URSS llevaría la Guerra Fría a los 64 escaques de un tablero de
ajedrez.
Sin embargo, entre toda esta mezcolanza de intereses que
rodea al deporte, todavía surgen personas que mantienen una serie de valores
por encima de las presiones de aquellos que se creen con derecho a transformar
el deporte en un espectáculo político. Y entre ellos, hoy hemos querido
destacar a Eduard Streltsov, el Pelé Ruso.
Eduard Streltsov nació en los albores de la Segunda Guerra
Mundial (1937), por lo que no es de extrañar que su infancia estuviese, como la
de tantos otros niños, rodeada de miseria y pobreza; con el conflicto
terminado, la URSS levantó el "Telón de Acero" lo cual acabó por
destrozar a la larga la ya mermada economía soviética. Criado por su madre en
un suburbio de Moscú, Streltsov pasó sus primeros años trabajando junto a Sofía
en una fábrica metalúrgica de la ciudad. Sus únicos ratos de ocio los dedicaba
a una de las pocas cosas que se pueden hacer gratis cuando tus amigos y tú solo
disponen de campos yermos: jugar al fútbol. Ya en esos primeros compases de su
carrera futbolística Streltsov destacaba por encima de sus compañeros, lo cual
acabó por llamar la atención del capitán del equipo de la fábrica, que decidió
incorporarle a la edad de 13 años. Eduard Strelsov se había convertido de la
noche a la mañana en el jugador más joven en la historia del club.
Durante los siguientes 3 años el joven futbolista jugó para
la fábrica Fráser hasta que en 1953, tras un amisto contra el Torpedo de Moscú,
entabló amistad con el entrenador que le convenció para fichar por el que se
convertiría años más tarde en el club de su vida. Como veremos a continuación,
la expresión inglesa "One Club Man" encontraría en un joven de 17
años su máximo representante.
Su fichaje por el Torpedo de Moscú no pudo ser más acertado. Tras una
primera temporada bastante discreta, los éxitos se sucedieron. Con tan solo 17
años se convirtió uno de los máximos goleadores de la Liga por lo que el
seleccionador soviético decidió convococarle para el equipo nacional. Su debut
hizo honor a su clase: marcó tres goles y repitió la hazaña en el siguiente
partido lo cual le hizo ganarse un puesto fijo en la selección. Mientras tanto,
Streltsov seguía cosechando títulos individuales en las filas del Torpedo:
a los 18 años fue el máximo goleador del torneo con una grada entregada con tan
solo verle saltar al campo. Algunos ya comenzaban incluso a proponerle para el
Balón de Oro, especialmente tras comandar a la selección soviéta ganadora del
oro en las Olimpiadas con tan solo 19 años. Su carrera era simplemente
imparable. Y no solo eso, su cabello rubio y sus maneras de Casanova lo estaban
convirtiendo también en un destacado personaje dentro de la sociedad soviética,
tal y como lo fue George Best dos décadas
más tarde. Y cuando parecía que nada podía torcerse en la vida de ese chico
venido de un humilde barrio, la política se cruzó en su camino...
"Tiene la enfermedad de una estrella: fuma, bebe y
provoca peleas", escribió el diario Pravda
Como hemos dicho Streltsov a la pronta edad de 20 años
ya era considerado por el panorama futbolístico como una promesa consagrada y
candidata a disputar el Balón de Oro. Además, el pertenecer a un humilde equipo
como el Torpedo no hacía más que engrandecer su figura, cosa que sin embargo no
gustaba dentro del Alto Mando soviético, que veía como una de las grandes
estrellas que había producido el país no jugaba en ninguno de los grandes equipos
que rivalizaban por la corona en Europa: el CSK de Moscú o el Dínamo de Kiev.
Así que "sugurieron" a Streltsov que abandonase
las filas del Torpedo para integrarse en cualquiera de los dos equipos
gubernamentales (el CSK era el equipo del Ejército Rojo mientras que el Dínamo
pertenecía a la KGB). Sorprendentemente Streltsov se negó en rotundo,
permaneciendo fiel así al equipo que le había llevado a la gloria. Ni siquiera
su compañero de selección, Lev Yashin (La araña negra) consiguió
convencerle.
La decisión evidentemente molestó en las altas esferas del
gobierno que comenzaron a buscar la manera de obligarle a abandonar el Torpedo. Desgraciadamente para ellos, todavía
aparecen individuos con valores, con la capacidad de decir "No" a las
reglas del juego establecidas. Seguramente Streltsov podría haber alcanzado la gloria,
el Balón de Oro y numerosos títulos internacionales de haber aceptado la
sugerencia del gobierno, pero para él jugar al fútbol solo tenía sentido si lo
hacía dónde él quería: en este caso en las filas del Torpedo. Por tanto,
tras su negativa, tan solo cabía esperar la reacción del gobierno. Es cierto
que tampoco le ayudaron las supuestas tentativas de deserción que se le
achacaron por aquel entonces, pero su díscolo comportamiento entrañaba, ya de
por sí, demasiados problemas para los dirigentes de la URSS: la gente veía en
el aclamado futbolista un símbolo de oposición a sus dirigentes.
La venganza contra Streltsov comenzó a fraguarse en una de
las fiestas que tan a menudo frecuentaba la estrella futbolística. Acompañado
de la hija de 16 años de una de las mujeres más influyentes del gobierno
soviético, el delantero volvió a desplantar a las autoridades rusas tras
rechazar en público la conminación de la madre para desposar a la muchacha. De
hecho cuentan que posteriormente se mofó de la joven una vez que el alcohol
corrió por sus venas, algo que sucedía habitualmente. "Prefiero que me
ahorquen a casarme con esa chicha" fue una de las frases que se le
atribuyeron la fatídica noche.
Verdad o no, este nuevo desplante solo empeoró su ya
delicada situación. Tras un partido de preparación para el Mundial, Streltsov y
sus compañeros de equipo fueron invitados a una fiesta en la que se vertió el
alcohol suficiente como para que a la mañana siguiente se le pudiera acusar de
violar a la joven Marina Lebedeva, otra de las chicas que solían acompañarle.
Las endebles pruebas y acusaciones que se presentaron contra él dejaron
entrever que todo había sido orquestado por el gobierno soviético en venganza
de sus constantes negativas. Ni tan siquiera la petición del seleccionador ruso
para que le dejaran en libertad sirvió para revocar la decisión del tribunal.
Streltsov fue encarcelado pese a que negó en repetidas ocasiones haber cometido
el crimen. Sin embargo, la trama que se urdió contra él aún no había terminado.
Tras su encarcelamiento a los 20 años de edad (1957),
Streltsov recibió una peligrosa oferta del gobierno soviético: si confesaba,
podría disputar el Mundial de Suecia de 1958. Streltsov se autoinculpó y acto
seguido fue condenado a doce años de trabajos forzados en el Gulag, una
muerte en vida debido a las miserables condiciones que allí tenían que
soportarse. Tal fue la repercusión de esta noticia que para cuando llegó el
Mundial, los analistas europeos consideraron que dos equipos llegaban muy
mermados a la competición: Inglaterra, tras perder a sus integrantes del
Manchester United en el accidente áreo de Munich, y la URSS, que había decidido
no contar con Streltsov. Así que, mientras la estrella se pudría en el Gulag,
la URSS protagonizaba una discreta actuación en el torneo: perdió en la fase de
grupos contra el Brasil
de Pelé y Garrincha (que posteriomente arrasaría en el torneo) y fue eliminada
por la anfitriona en los cuartos de final.
Durante los años que estuvo en prisión, las protestas de los
hinchas del Torpedo se sucedieron, pidiendo la liberación de su ídolo.
Finalmente tras 5 años, Streltsov fue puesto en liberad, pero nunca volvió a
ser el mismo. “Aquellos cinco años en el Gulag le cambiaron profundamente”,
explica Iaria, el autor italiano que compuso su biografía. “Antes era una chico
radiante, a veces arrogante, al que no le importaban las buenas maneras. Con
aquel look, con el pelo a lo teddy boy estaba muy lejos de la imagen severa del
joven soviético. Parecía un chico de Londres o Nueva York. Tras el Gulag, sus
noches de alcohol se redujeron notablemente… En resumen, fue domesticado
por el régimen” Es cierto que tras reincoporarse a las filas del Torpedo
y de la Selección volvió a acumular títulos individuales: se convirtió en el
cuarto máximo goleador del combinado nacional con 25 tantos en 38 partidos y
obtuvo una Liga y una Copa en las filas de su equipo, lo que le permitió ser
nombrado como mejor futbolista soviético en 1967 y 1968. Sin embargo, cargar
troncos a 40 grados bajo cero, trabajar en la transformación nuclear del uranio
o desfallecer en las minas dejó una huella imborrable en él que le acompañó
hasta su muerte en 1990 como consecuencia de un cáncer de pulmón.
El deporte
se convirtió en una forma más de demostrar la supremacía de la URSS sobre el
resto de los países, y los deportistas un mero instrumento educador de las
generaciones más jóvenes. Por eso, figuras como las de Streltsov, que de una
forma u otra vivían conforme a un estilo occidental, constituían un
peligro para la maquinaria soviética. En el caso del delantero, no hizo ni
siquiera falta que se declarase abiertamente anticomunista; sus taconazos, sus
fiestas y sus maneras de Casanova, más parecidas a una estrella de Hollywood
que a un "soldado" de la URSS, sonaban como notas discordantes con
las rígidas maneras impuestas por el gobierno de Stalin. Y esto tan solo podía
tener dos finales: aceptar las imposiciones de sus superiores, o acabar
desterrado en el frío Gulag. Por desgracia, una vez más, la política se impuso
al deporte.
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