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Niño disfrazado como Terry Butcher, halloween 2018/Terry Butcher. 1989. |
Por Edwin Medina
¿Recuerdan el segundo gol de Maradona a los ingleses en la
Copa Mundo de México 86? Obvio, cómo olvidarlo. Pues este jugador fue al que
Maradona enganchó dos veces en el gol del siglo. Sí, dos veces Diego lo dejó
tirado en el césped del Estadio Azteca.
Luego de la derrota ante los sudamericanos los medios
ingleses buscaron culpables, y cayeron con fuertes críticas ante este jugador.
Fue el más juzgado de todos. Tanto odio se generó hacia él, que incluso pensó
en la posibilidad de dejar el fútbol.
Cayó en depresión.
No deseaba ser visto por nadie.
Se ocultó de ese monstruo de diez mil voces que le llamaba
fracasado.
Derramó muchas lágrimas de rabia e impotencia.
Pasó mucho tiempo para que pudiera frente al espejo mirarse
nuevamente a los ojos.
Al igual que Atlas cargaba un mundo a sus espaldas, pero el suyo
era un mundo lleno de injurias y odio hacia él. Años después tendría revancha.
Estocolmo, septiembre de 1989
No podía ser otra ciudad, debía ser ésta, la ciudad del
síndrome, la que inmortalizara a éste futbolista inglés y donde se diera la
foto más importante del siglo XX en el Reino Unido.
Se jugaban las eliminatorias para el Mundial de Italia 90.
El partido entre Suecia e Inglaterra se disputaba en Estocolmo en septiembre de
1989. Durante los primeros minutos del partido, este jugador sufrió un corte
profundo en la frente. Producto de un codazo. Rápidamente, el médico y el
equipo sanitario acudieron para practicarle los primeros auxilios, cosiéndole
unos puntos y vendándole la herida. Lejos de seguir las recomendaciones de los
expertos, el inglés siguió jugando y despejando el balón con la cabeza una y
otra vez, lo que provocó que la herida no se cerrase como debiera y siguiera
sangrando. “No quise salir del partido, no podía dejar a mi equipo con uno
menos”. (Jugó así casi los noventa minutos, sin importarle los litros de sangre
perdidos)
Años después de este partido ante los suecos, a finales del
siglo pasado, se realizó una encuesta en el Reino Unido para elegir la mejor
fotografía del deporte en el siglo XX. La imagen de éste jugador sangrando a
mares fue por mayoría la ganadora, dejando en el segundo puesto a la foto de
Pele llorando a los diecisiete años levantando la Copa Mundo y la de Jessie
Owens recibiendo en Berlín la medalla de oro olímpica. La gallardía de este
jugador en el césped fue recompensada.
Él aguantó. Él resistió. Él ahora sonríe.
Ése era su papel histórico en el fútbol.
Su misión no era detener el gol más hermoso de la
vida.
Su misión era demostrarnos a todos en el mundo entero la
belleza del fracaso.
La victoria y la derrota son dos impostores que hay que
recibir con idéntica serenidad.
Ahora, treinta y dos años después de aquel enfrentamiento
contra Diego, un niño se disfraza como él en Halloween.
¿No es éste el mejor homenaje para alguien que nos enseñó a
no rendirnos cuando parece todo perdido?
Ya te puedes mirar a los ojos nuevamente frente al espejo
Terry Butcher. El legado nunca muere. Tu legado nunca murió.
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