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Palermo-Catania. 2007. Goal.com |
"Vamos Holly, no estés tan triste! En Italia durante los treinta años de los Borgia hubo guerras, terror y derramamiento de sangre. Pero también tuvieron a Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza vivían en amor fraternal: quinientos años de democracia y paz. ¿Y que resultó de todo eso? Sólo putos relojes."
Harry Lime (Orson Welles) En "El tercer hombre" Dirigida por Carol Reed.
Por: Edwin Medina.
Los enemigos
de Los Borgia estaban más encolerizados que nunca, Cesar Borgia había
conquistado Senigallia y el poder de la familia del Santo papa aumentaba aún
más en territorio y poder.
Así fue como a la familia
Borgia le ofrecieron un esplendido banquete para festejar las conquistas de
Cesar y el undécimo aniversario del ascenso de Alejandro Borgia al solio
pontificio. Dicho banquete fue preparado por el cardenal Corneto y por el hijo menor
de Alejandro, Jofre Borgia, el cual estaba bastante enojado porque su padre
había mandado a las oscuras mazmorras a su esposa por herejía.
Aquella
mañana Alejandro despertó intranquilo; la noche anterior apenas pudo conciliar
el sueño. Se sentó en la cama e intentó tranquilizarse. Buscó su amuleto para
frotarlo y rezar sus oraciones. Cuando se tocó el cuello no sintió nada, su amuleto
había sido robado mientras dormía. Alejandro Borgia intranquilo, mandó a todos
sus criados a grito para que buscasen el amuleto, lo buscaron en la habitación,
en los jardines, en el bosque, por la catedral, pero no apareció.
Al llegar
la noche el papa Alejandro Borgia se encaminó rumbo a la celebración, aunque no
deseaba salir de sus aposentos. Las mesas estaban en el jardín, el mejor vino y
las mejores bebidas estaban sobre ella, junto con venado y deliciosas tartas,
además un popular cantor napolitano y un grupo de bailarinas sicilianas
amenizaban la velada.
Alejandro
se encontraba cerca de sus hijos Cesar y Jofre. Al llegar el momento del
brindis, Jofre golpeó su copa con la de Cesar muy fuerte, lo hizo a propósito y
derramó el vino de Cesar sobre la camisa de éste. Cesar se apartó irritado de la
mesa y se marchó. Alejandro que bebió de la copa, comenzó a sentirse
indispuesto y extenuado, el papa apenas podía hablar. Los criados llevaron al
papa al Vaticano y llamaron al médico, tras examinarlo se detectó
envenenamiento. Se intentó todo, pero fue imposible, Su Santidad el papa
Alejandro estaba viviendo sus últimas horas, y comenzó a reflexionar sobre su
vida. Alejandro Borgia recordó cuando siendo un joven cardenal de la iglesia
participaba en orgías. Recordó los sobornos que realizó para que se votasen por
él para que se convirtiera en papa, recordaba cuando perdonaba pecados a cambio de grandes sumas
de dinero o territorios, igualmente rememoró a las personas que mandó a asesinar por herejía
y a los que encerró para siempre en las mazmorras. Evocó a su amada hija
Lucrecia, supo, en su lecho de muerte lo cruel que había sido con ella al obligarla a desposarse con su hermano Cesar, al haberle matado a su segundo
esposo y al haberla prostituirla con las grandes familias para crear así alianzas políticas.
Luego de la
muerte del papa Alejandro, sería asesinado Cesar Borgia en España. “Vivir
por las armas y morir por ellas” fueron las últimas palabras del mayor de los
Borgia. Lucrecia y Jofre sobrevivieron pero ya no tenían el poder que alcanzó
la familia en toda la península. Llegó así el final de la primera familia del
crimen organizado, cuya avaricia, codicia y poder los llevó a la cima del mundo
e inspiró a otras familias italianas en especial las sicilianas a seguir su
ejemplo.
Sicilia está situada al sur de Italia, justo en la esquina de la bota, como si estuviese a punto de recibir una patada.
El fútbol en la Isla de Sicilia debería ser un consuelo inofensivo, ya bastante tiene esta región con ser la cuna de la mafia mundial. Allí han nacido los capos de la mafia más grandes de la historia.
Sicilia no sólo arde cuando se enfrentan entre si los ejércitos a servicio de los mafiosos, también y con igual fervor la ciudad flamea ira y odio cuando se enfrentan entre si los equipos Sicilianos; Palermo, Catania y Messina.
Corría el año de 2007, La Seria A de Italia se paralizó para el enfrentamiento entre Palermo y Catania. Las autoridades estaban alerta, saben que en algunas ocasiones los mafiosos de la isla acuden a los estadios para ver a sus queridos clubes y allí poder darles caza.
Pero lo que sucedió aquella noche fue atroz para las fuerzas del orden y para los habitantes de la isla.
El juego comenzó su marcha en el estadio del Catania, el Angelo Massimino. El Derby se debió interrumpir en varias ocasiones por los disturbios generados entre los ultras de ambos bandos.
los primeros 45 minutos terminaron sin anotaciones.
Ya en el segundo tiempo, el arbitro Stefano Farina se convirtió en protagonista al validar dos goles del Palermo en claro fuera de lugar. Ésto generó la ira de los hinchas locales del Catania.
En una lugar liderado por mafiosos, ninguna ofensa se queda sin su respectiva replica. Poner la otra mejilla no es una opción en el sur de Italia.
Pasó el tiempo y el encuentro terminó con victoria del Palermo ante Catania. Pero para los hinchas enfurecidos la batalla no termina en el terreno de juego. Las calles de la bella Sicilia se convirtieron en el nuevo campo de batalla. Allí un policía italiano falleció al ser alcanzado por una bomba arrojada durante los enfrentamientos entre agentes e hinchas. Más de 100 heridos y 40 muertos dejó aquel clásico Siciliano. Los policías juraron venganza, meses después en confusos hechos un tifosi de la Lazio, Gabriele Sandri fue asesinado, muchos aseguran que su asesinato fue en venganza por la muerte del agente en los disturbios a las afueras del estadio del Catania.
Desafortunadamente ésto no parará aquí, las muertes y las venganzas continuarán, los estadios seguirán siendo el acopio simbólico de la ira de una sociedad fragmentada, harta y fatigada por la violencia.
Mientras tanto los hinchas de los equipos de fútbol de la isla de Sicilia seguirán siendo el reflejo de la sociedad que le dio al mundo el crimen organizado.
Notas, bibliografía: Mario Puzo Los Borgia.
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