18/7/12

Aquel número diez

Omar Sebastián Pérez.



“Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota.
Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación.
La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.
-¿Doce?¡Quince tiene! ¡Veinte!
La pelota ríe, radiante, en el aire. Él la baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán.

"El ídolo"- Fragmento tomado del libro: “El fútbol a sol y sombra”  de Eduardo Galeano.

Por: Edwin Medina.

15 de julio de 2012, fue un final de película, al mejor estilo de La Dolce Vita de Fellini o La Terminal de Spielberg.
Él se arrodilló, miró al cielo y agradeció. Yo desde la curva norte del estadio El Campín, levanté mis brazos lo miré y le agradecí. Juntos gritamos: Campeón.
Omar Sebastián Pérez,
un hombre que nació para ser eterno ídolo de Independiente Santa Fe. La vida con él es un éxtasis total de alegría e ilusión.
Cabeza rapada, alto, sutil, elegante, letal, inteligente, guerrero. 
Cuando llegó a Independiente Santa Fe conocía poco de él, ya había sido campeón con el DIM y Atlético Junior en el fútbol Colombiano. En su país, Argentina, jugó en Banfield y Boca Juniors. En el equipo rojo de Bogotá formó por varios años un fantástico medio campo, no importaba quién estuviera a su lado, él lo hacía jugar bien. Y lo mejor, Omar siempre trató el balón como se debe tratar a la mujer que se ama, con respeto, sutileza, elegancia, pasión, cariño.
Su botín derecho y el balón eran amantes, se entendían a la perfección, como Buñuel con el Martini o Miguel Hernández con la pluma.
Todos los hinchas cardenales tenemos tatuado en la memoria sus precisos pases, sus goles, su cabeza rapada desplazándose por el medio campo, sus enganches, sus lujos. Cada fanático de Santa Fe tiene un recuerdo distinto de Omar. Pero todos coincidimos en que se jugó un gran partido  la noche del 15 de Julio. Aquel día Santa Fe jugaba la final del fútbol colombiano. El equipo de Bogotá buscaba ganar un título después de 37 años, sí, 37 años.
En el epílogo del encuentro, el partido se encontraba sin goles, Omar Pérez desde casi la mitad de la cancha cobra un tiro libre, le envía un riso letal a su compañero Copete, el cual se eleva, golpea el balón y éste besa suavemente la red. ¡Goool!
Queda poco tiempo, me levanto, me siento, canto, salto, me abrazo con mis compañeros, los empujo, les grito, no soy el único, las tribunas del estadio El Campín parecen un psiquiátrico. Los últimos minutos fueron los más esquizofrénicos de la historia del club. Pero él sigue como lo fue siempre, tranquilo, sereno y lucido. Un crack. El 10 iba y venía con el balón bajo la suela, nos daba tranquilidad a todos. Llegó el final, el árbitro pitó, histórico e histérico, Santa Fe campeón, la alegría más para los capitalinos. A Omar  y a diez más les debemos la gloria. Un gracias no alcanza. ¿Le hacemos una estatua como los hinchas de Racing a Merlo? Yo pondría la primera piedra.



No hay comentarios:

Publicar un comentario