15/4/17

Liverpool vs NottinghamForest |1989| La ratonera de Hillsborough

Fanáticos atrapados en las rejas del estadio de Hillsborough. 1989


Hay un fútbol antes y después de Hillsborough, la tragedia que se llevó por delante la vida de casi un centenar de hinchas del Liverpool y dejó 766 heridos además de una herida imposible de cerrar. Lo que debía ser una fiesta acabó en un absoluto desastre. El nombre de ese estadio quedó para siempre unido a la masacre que acabó con la vida de 96 hinchas del Liverpool y que cambió para siempre la forma de disfrutar de él. Sucedió el 15 de abril de 1989, fecha que provoca escalofrío en Anfield. Las aficiones del Liverpool y del Nottingham Forest acudieron en masa a Sheffield a presenciar la semifinal de Copa. Campo neutral como exige la reglamentación de la competición más tradicional del mundo.

Como la mayoría de estadios ingleses, Hillsborough era incomodo, viejo, inseguro, con el terreno de juego rodeado por una valla difícil de superar, con pasillos estrechos y accesos complicados: el típico recinto en el que decenas de miles de aficionados seguían cada fin de semana los partidos de pie en medio de una incomodidad difícil de entender si no has crecido en esa marea humana. Allí aprendían a disfrutar de su pasión y también a contener las vejigas por la dificultad que entrañaba llegar a los vomitorios para aliviarse.
A la afición del Liverpool le correspondió ocupar Leppings Lane, un graderío infame con capacidad para 14.000 seguidores que media hora antes de comenzar el partido ya estaba atestado de gente. Sorprendentemente alguien había elegido la grada más pequeña para la afición más numerosa, una decisión que tiene mucho que ver con la mala fama tenían los seguidores 'reds' a raíz de lo sucedido unos años antes en la tragedia de Heysel. Pero lo peor se estaba produciendo fuera del estadio. Las obras en la carretera y diversos controles provocaron un enorme atasco que colapsó ese día las calles de Sheffield y provocó que un buen numero de aficionados del Liverpool llegasen a toda velocidad al estadio sin que la policía, inexperta en manejar situaciones de aquel tipo y cuyo jefe había accedido al cargo un par de semanas antes, fuese capaz de ordenar su atolondrada entrada. El público se agolpaba en los accesos a Leppins Lane y los agentes comenzaron a tener serios problemas para manejar la situación. Nadie midió en aquel momento la gravedad de la situación.
Entonces llegó lo peor de las decisiones cuyo responsable último nunca se conoció. Alguien ordenó abrir una de las puertas que daban acceso al campo. Entraron miles, muchos son entrada. En vez de dirigir al público hacía la zona alta de la grada -donde quedaba espacio de sobra- los hinchas del Liverpool accedieron por el primer túnel que encontraron a su paso. Eso llevó a toda aquella marea al mismo lugar. Los aficionados que ya se encontraban en ese sector comenzaron a ser empujados hacia la valla que ejerció de frontera inexpugnable con el terreno de juego. La policía observaba la escena sin entender que la única solución era abrir las puertas de acceso al terreno de juego y evitar que la grada se convirtiera en un matadero. Sin embargo, nadie reaccionaba.

Con varios minutos de retraso comenzó la final mientras las cámaras de televisión no hacían otra cosa que dirigir sus objetivos a la grada que parecía a punto de reventar. El drama se había instalado en toda su magnitud. Algunos seguidores comenzaron a subir la valla mientras otros fueron izados hacia el primer anfiteatro por los seguidores que seguían la escena desde el piso superior. Un grupo de hinchas, que consiguió romper una de las puertas, alcanzó en terreno de juego haciendo gestos de desesperación.

Desesperado tras comprobar que el juego no se detenía, un seguidor se dirigió al capitán del Liverpool. Alan Hansen, y le dijo " ahí está muriendo nuestra gente" y ya no se volvió a jugar. La policía, demasiado tarde abrió todas las puertas de acceso al terreno de juego y se descubrió la tenebrosa realidad. El público comenzó a invadir el terreno de juego. Tras la multitud, en la grada, quedaban los cuerpos sin vida de noventa y seis personas que no habían sido capaces de resistir aquella embestida y murieron de asfixia. El suceso también reveló las deficiencias en los servicios de urgencias que tardaron mucho más de lo necesario en llegar. En gran medida porque la policía sostuvo durante mucho tiempo la impresión de que aquel era un episodio más del hooliganismo que invadía el país. Los aficionados den Liverpool desmontaron las vallas de publicidad y fabricaron improvisadas camillas con las que transportar a los heridos.

Al día siguiente hubo quien quiso desviar la culpa hacia la barbarie de los aficionados, pero lo cierto es que la tragedia de Hillsborough había que encontrarlas en la incapacidad de las autoridades para establecer unas medidas mínimas de seguridad. El Gobierno encargó la investigación de lo sucedido en Sheffield al juez Taylor que realizó un dictamen decisivo y que terminaría con el fútbol como se entendía hasta ese momento. Margaret Tharcher y su equipo siguieron sus conclusiones al pie de la Letea. Taylor propuso estadios más seguros, que se eliminaran las vallas, las localidades de pie para que todo el mu do estuviese cómodamente sentado, la prohibición de vender bebidas alcohólicas y que alrededor de cada encuentro existiese un protocolo de seguridad muy estricto que evitase las acciones de los hinchas violentos y redujese al máximo la inseguridad de los aficionados que acudían a los estadios. Por eso desde entonces en Liverpool no quiere jugar un 15 de abril. Ese día sólo quiere recordar a los sus muertos. 

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