4/10/16

Suiza Vs España. 1948. "Cojones y españolía"



Manuel Fernández, "Pahíño" para el mundo del fútbol, ha sido uno de los grandes personajes de la historia del Celta y del fútbol español pese a que la selección española le tuvo vetado por la fama de ser un futbolista comunista. El régimen le tenía entre ojos, que le etiquetó así por su inquietud intelectual y por un absurdo incidente en los prolegómenos de su primer encuentro internacional.
Los cinco años que Pahiño defendió la camiseta del Celta resultaron gloriosos. Reclutado con 19 años por el conjunto vigués, el delantero se hizo un nombre gracias a sus grandes condiciones y el club creció junto a él de manera inesperada. La selección era el siguiente paso. Nadie podía negárselo después de haber conseguido su primer título de máximo goleador vistiendo la camiseta de un modesto como el Celta, lo que hacía más grande su conquista. Aquellos 23 goles habían sido decisivos para que los vigueses acabasen cuartos en la Liga y disputasen la final de la Copa del Rey, en aquel tiempo llamada, Copa del Generalísimo.
Pahiño -junto a sus compañeros de equipo Gabriel Alonso y Miguel Muñoz- se alineó por primera vez con la selección española en junio de 1948 en Zurich para enfrentarse a Suiza, encuentro que finalizó con empate a tres goles y en el que el vigués cerró el marcador tras firmar una actuación que los cronistas de la época elogiaron pronosticando que la selección había encontrado un punta que no se arrugaba ante los temibles centrales.
El problema de Pahiño fue lo que ocurrió en el vestuario antes de que los jugadores saltasen al terreno de juego. Era habitual que en aquellos años algunos militares acompañasen a la selección española e incluso lanzasen alguna clase de soflama antes de comenzar el partido para hinchar el pecho de los futbolistas que aceptaban como algo normal aquella parte de absurdo protocolo. Nadie quería ganarse un problema y aguantaban con gesto serio el trámite. A Suiza acudió el general Gómez Zanalloa que saludó a los futbolistas en el vestuario y dejó una arenga para la historia: "Y ahora, muchachos, cojones y españolía". Y ahí salió la personalidad de Pahiño que no era como el resto de futbolistas que huía de cualquier opinión comprometida y carecía de otra inquietud que no fuera la de patear el balón. En el equipaje del jugador del Celta siempre había libros con los que matar las horas muertas de viajes en tren por toda España y cierto espíritu rebelde. Pahiño adquiría muchas obras en un quiosco de Barcelona cuando iba a jugar allí o bien en las giras de Surámerica, donde por ejemplo se hizo con "Por quién doblan las campanas" de Hemingway.
La cuestión es que el delantero escuchó la antológica frase de Gómez Zamalloa y no hizo otra cosa que sonreír con ironía y una pizca de descaro, algo que no pasó inadvertido para los militares que formaban parte del séquito. Pahiño jugó aquel partido con la selección nacional y uno más ante Bélgica. Ahí acabó su carrera con la selección y Pahiño entendió que le había salido cara aquella sonrisa en Zurich. La carrera del vigués siguió adelante e incluso llegó al Real Madrid donde marcó 108 goles en los 124 partidos que disputó vestido de blanco (el mejor promedio goleador de la historia del club y que sólo igualaría años después Puskas). En España no había delantero como él -incluso ganó otro trofeo de máximo goleador-, pero existía la sensación de que la Federación Española le tenía vetado desde aquella tarde en Suiza. En él creció la idea de ser un marginado político y en el fútbol español se le etiquetó como un tipo extraño. De poco le valía en aquellos años su espíritu de sacrificio y su capacidad goleadora.
Pahíño era crack. Pero nada era suficiente para que los técnicos de la selección le llamasen y su fama de futbolista "incómodo" no dejaba de crecer. Eso se puso de manifiesto después de un Barcelona-Madrid en el que acabó repeliendo una dura entrada de Biosca. El cronista de "Arriba", órgano oficial del Movimiento, le criticó duramente por su acción y dijo que qué se podía esperar "de un individuo que lee a Tolstoi y Dostoyevski". No necesitaba más evidencias para saber que no era un personaje agradable para el Régimen. Así se le cerró a Pahiño la posibilidad de estar en el Mundial de 1950 en Brasil, por una simple e irónica sonrisa

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