9/7/11

Barcelona V Real Madrid. La guerra de los posters


“La creatividad es más que ser simplemente diferente. Cualquiera puede hacer extravagancias, eso es fácil. Lo difícil es ser tan simple como Bach”. Charlie Mingus (1922-1979), contrabajista y compositor.

Ninguno de los dos parece de verdad. Uno, es un jugador de PlayStation, con tobillos de goma, alas en los pies y una insólita capacidad para penetrar la materia cada vez que un ejército de defensores intenta detenerlo. Su slalom a toda velocidad se ve tan predecible como imposible de neutralizar y esa es, seguramente, su virtud más perturbadora: hacer lo que todos saben que hará, sin invertir ni un segundo en disimularlo. Leonel Messi acelera con la pelota pegada al pie directamente hacia el bosque de piernas, el lugar más imposible del mundo. Y pasa. Pasa siempre.
El otro, que fue bautizado en honor a Ronald Reagan, tiene la caja torácica de un héroe de cómic, sonrisa de galán y el peinado de una publicidad de yogurt. Así, impecable como un muñeco de repisa, encara, desborda, engancha, cabecea, le pega desde 40 metros o define. Sus movimientos parecen responder a un guión estudiado y no es extraño verlo, después de una jugada monumental, mirándose en la pantalla gigante, embelesado, a ver si sigue tan bonito como antes. No hay caso: a un tipo así se lo ama o se lo detesta. A mí me encantaría ser irónico y jurar que es un invento, un baby face inflado a fuerza de marketing. Pero no. Maldito sea, ¡el tipo es un crack!
Los dos viven en los posters. Omnipresentes, sonríen en las gigantografías al costado de las autopistas, en la tapa de diarios y revistas, en los juegos de computadora, en la televisión. En todas partes.
Uno y otro son símbolos perfectos de sus equipos. Leonel Messi, argentino pero reformulado en el laboratorio de La Masía, es el orgullo catalán; el país dentro del país, la vanguardia cultural y europeísta que resistió el largo invierno de Franco. Cristiano Ronaldo es la nueva gema de la aristocrática Casa Blanca. “¡Ala Madrid!, juegas en verso, que sepa el universo cómo juega el Madrid…”, canta Plácido Domingo en el himno del Centenario. Eso sienten. El Real Madrid, marca first class, es al fútbol lo que Ferrari es a la Fórmula Uno. La elite.


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