Capitán chileno Claudio Bravo, ingresando al Palacio de La Moneda |
"!Viva Chile! ¡Viva el
pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas
palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la
certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía,
la cobardía y la traición."
Últimas palabras de Salvador Allende en el Palacio de La Moneda.
Por Edwin Medina.
Abel
Aguilar cabeceó el balón en dirección a James Rodríguez, y luego hizo lo que
todo volante central debe hacer, correr al espacio vacío, para mostrarse como opción de pase. Pero el
diez colombiano no devolvería la pared, como haría cualquier otro jugador. James ya tenía la idea de lo que haría en su
mente, luego de recepcionar perfectamente el balón con su pecho, sacó un
zurdazo imparable que besó la red del Maracaná. Muslera abatido, no entendía
por donde había ingresado la esférica. Fue el gol más hermoso del 2014. Aquel
gol le dio la clasificación a Colombia por primera vez en la historia a Cuartos
de Final de un mundial.
Desde aquella noche de julio, los dirigidos por José Néstor Pékerman han vivido del
recuerdo. Colombia desde entonces, no ha hecho buenos partidos, y los que ha ganado, han sido
con rivales de menor envergadura. En la Copa América 2015 no fue la excepción. Colombia
jugó muy mal, sobre todo su diez. James en Chile, parecía otro, no me refiero a su calidad futbolística,
si no a su comportamiento. Noté en él, algunas actitudes propias de Cristiano
Ronaldo: chulesco, agrandado. Rodríguez protestaba por todo, incluso fue
desleal, ante Perú, debió irse expulsado por un codazo a un colega suyo. Colombia
terminaría a mi concepto siendo la gran decepción de la Copa América Chile
2015, sólo anotó un gol, y aunque recibió pocos, ante Argentina debió haberse
ido goleada y ante Perú y Venezuela no fue superior.
En la selección hizo falta según la prensa
varios jugadores lesionados, puede que sí, pero lo que más faltó fue liderazgo,
el liderazgo y el poder de la palabra, del convencimiento, aquel que transmitía
el tótem Mario Yepes y Farid Mondragón. Hizo falta, y mucha, alguien que le
hablara a James y le dijera que volviera a ser el obrero trabajador del medio campo
y no el rebelde sin causa en el que se convirtió. Afortunadamente, hay un gran técnico y un
buen grupo de jugadores que pueden conseguir la clasificación a Rusia 2018 y
cambiar la más reciente imagen de esta selección.
El país que
Pablo Neruda definió como: un largo
pétalo de mar, vino y nieve, vio llegar a las dos mejores selecciones a la
final: el local Chile y Argentina. Herederos de obreros, trabajadores e
intelectuales muertos en la dictadura chilena presenciaban el encuentro, allí
mismo, en el estadio Nacional, donde Pinochet asesinó de forma violenta y
despiadada a miles de compatriotas.
“¿Le recuerda esto a Los últimos días de
Pompeya?” Dijo Salvador
Allende a un periodista cuando ya veía venir el golpe de Estado. Corría los
años 70 y la capital chilena era un hervidero, la cual se dividía en
campamentos armados. Los terroristas de derecha financiados por la CIA y con el
apoyo del presidente de Estados Unidos Richard Nixon y Henry Kissinger volaron
postes eléctricos y sembraron el terror amedrentando a los nostálgicos
comunistas que no querían ver derrocado a su presidente electo democráticamente
por voto popular. El golpe estaba
planeado para las seis de la mañana del martes 11 de septiembre. Aquel día el
Palacio de La Moneda estaba envuelto en polvo y llamas por los aviones
estadounidenses y los francotiradores chilenos que atacaron desde temprano a Salvador Allende y a los suyos. Los militares se apoderaron de todas las emisoras justificando
el golpe y le pedían a Allende que se rindiera por teléfono o por radio. Los
tanques se apostaban frente al edificio. Allende apareció fugazmente sobre el
balcón, observó la desierta plaza del palacio, como si le estuviese hablando a una multitud imaginaria. Allende
se puso un casco y una mascara de gas, se abrochó un chaleco antibalas, sacó un
Kalashnikov que le había regalado Fidel Castro, una escena que pasaría a la
posteridad y desapareció por el laberinto de despachos y sótanos de La Moneda,
por los mismos laberintos por donde correría felizmente décadas después Alexis
Sánchez con la Copa. Antes de morir Allende entre las llamas herido,
dijo a sus compatriotas: “Pagaré con mi
vida la lealtad del pueblo”. Allende murió y Pinochet subiría al poder
comenzando así décadas de violación de derechos humanos, muertes, asesinatos y
matanzas prolongadas de civiles. Luego Nixon llamaría a Pinochet para
felicitarlo por el golpe y por haber evitado un posible aliado más de la URSS en américa del sur.
En el plano
futbolístico, la final fue más luchada que jugada. Desde el inicio se vio que
el técnico Sampaoli había estudiado a la celeste. Cada vez que Pastore recibía
el balón, dos y hasta tres jugadores iban sobre él para no dejarle filtrar sus
pases. Hacían también los chilenos una presión alta, para forzar a
Otamendi y Garay en la salida y asfixiar el juego fluido argentino. Por el otro
bando se notó la confusión del técnico Gerardo Martino,el cual nunca supo cómo
doblegar a Chile. Fue tanta la confusión, que Argentina terminó jugando con tres volantes de marca: Biglia,
Mascherano y Banega. Aislando por completo a Messi y negándole la posibilidad
de asocio. ¿Han visto ustedes alguna vez a Messi en Barcelona jugando con tres
volantes de marca? Claro, es muy fácil caerle al diez argentino y decir que el culpable
de todo es él. Cuando fueron las variantes tácticas, (como la no inclusión de
Tévez), las que dejaron a la Argentina una vez más sin copa.
Al final un
empate a ceros forzó la definición a tiros desde el punto penal, allí, Chile
no falló y ganó por primera vez en la historia la Copa América. Chile merecía
el titulo, y me alegro por ellos, no por sus jugadores, sino por el pueblo austral. No me alegro que Jara
sea campeón de América, ni Medel, ni Vidal, en el fútbol existen códigos y lo que hizo Jara ante
Cavani es desleal. Existen mil formas de provocar a un rival, pero esa provocación de Jara es propia de un cobarde. Tampoco me
alegro por Vidal, el cual debió haber ido preso por el accidente automovilístico
que causó. Pero el todo vale, fue premisa en la copa para las autoridades chilenas. Y mucho
menos me alegro por Medel, el cual debió haber sido expulsado por una patada
tremenda a Messi. Medel, que dice que si no hubiese sido jugador, seria
narcotraficante, confunde huevos y garra con juego sucio. En cambio, si me
alegro por aquellos chilenos que nunca conocieron a sus padres o abuelos,
asesinados por los militares en la dictadura, estoy seguro que el pueblo
chileno cuando vio anotar a Alexis Sánchez el último penal no pensó en Jara,
Bravo, Medel, si no en esos muertos que revivieron en el estadio Nacional, viendo a Chile unida, viviendo en democracia y tranquilidad.
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