Johan Cruyff
Por: Hugo Asch
El 24 de marzo, en Barcelona moría, un mes antes de cumplir
los 69, un hombre que hizo historia a fuerza de talento, rebeldía y audacia.
Que irrumpió en el mundo del fútbol y rompió con todos los moldes en los
tiempos del no de Alí a Vietnam, el Mayo Francés y “la imaginación al poder”,
Malcolm X, el avión negro de Perón, la minifalda y el Sgt. Pepper’s de Los
Beatles.
Si Nietzsche mató a Dios, Hegel a la historia, Barthes al
autor y Foucault al hombre, podemos afirmar que Hendrik Johannes Cruyff llegó
al mundo para sepultar al abominable catenaccio que se imponía en aquellos años
60. Un sistema eficaz pero mezquino, de vuelo bajo. Algo así como la negación
de la belleza.
Johan Cruyff provocó una revolución que nació en un país sin
tradición futbolera y en el Ajax, un club sin huella en el continente que, con
él, ganó tres Copas Europa consecutivas: 1971, 1972 y 1973. Elegante, fibroso,
sólido pese a su aparente fragilidad, su metro ochenta se deslizaba por el
césped mientras su mente leía el futuro.
Maestro del engaño, encaraba y salía como un rayo hacia el
lado menos pensado. Imposible de rastrear, era un 9 que aparecía cuando era
demasiado tarde para lágrimas. Parecía más veloz gracias a su increíble freno.
Picaba, hacía la estatua y volvía a despegar, enloqueciendo rivales. Era hábil,
le pegaba con precisión de billarista, era frío en el área, ganaba de arriba y,
si era necesario, volaba para intentar la pirueta imposible. Era, al mismo
tiempo, solista y director de orquesta. El equipo giraba a su alrededor con un
sistema de apariencia caótica sólo para el no iniciado. Un fútbol total. Así
fue bautizado.
El Mariscal Perfumo lo sufrió antes y durante el Mundial de
Alemania de 1974, donde la Holanda de Rinus Michel dio cátedra con Johan y sus
socios: Neeskens, Rep, Resenbrink, Van Hanegem. Cruyff se quedó sin copa como
el Ciudadano Kane de Wells sin Oscar, o Borges sin Nobel. Detalles menores. Su
Naranja Mecánica perdió la final con la Alemania de Beckenbauer, Maier y Müller
pero ganó su lugar en la historia, desmintiendo el simplismo de quienes
condenan al olvido a los segundos.
Mientras Pelé se apagaba en el Cosmos neoyorkino y Maradona
hacía jueguito en el entretiempo de los partidos que jugaba Argentinos en su
cancha, Cruyff fue el más grande. En el Ajax, en el Barcelona –donde llegó ya
maduro– y hasta en el Feyenoord, el clásico rival de su club, donde se
encaprichó en jugar luego de una pelea con los dirigentes. Allí ganó Copa y
Liga y entonces sí, dijo adiós, a los 37 años.
Reconciliarse con el Ajax y dirigirlo fue la continuación de
la idea por otros medios. Que alcanzó su clímax con el Dream Team que armó en
el Barça. Cuatro Ligas al hilo –desde 1991 a 1994– y la primera Copa de Europa.
Aquel equipo jugaba con dos puntas que partían desde las bandas –Stoichkov y el
zurdo Begiristain– y volantes que triangulaban para sorprender por el medio:
Guardiola, Bakero, Amor, Laudrup o el líbero Koeman. El 9 sin sombra jugaba sin
9 fijo. Genio y figura. Antes muerto que sencillo.
Solo el cigarrillo pudo quebrarlo. Un infarto lo obligó a
descargar su ansiedad con chupetines. Dejó de entrenar a los 49. Veinte años
después, sus pulmones le pasaron factura.
La Masía, Messi, Xavi, Iniesta, Cesc, los equipos de
Rijkaard, Pep, Tito Vilanova y Luis Enrique son su legado. Cada vez que nos
deslumbre esa danza con balón que parece coreografiada por Pina Bausch, allí
estará Johan Cruyff.
“El fútbol se juega con el cerebro: hay que estar en el
lugar adecuado en el momento justo, ni demasiado pronto ni demasiado tarde”,
dijo quién supo brillar haciendo lo que sabía, donde debía.
No es el caso de algunos compatriotas, por desgracia.
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Desde que encendí la T.V. para ver mi primer partido de una Copa del Mundo, tenía 10 años, quedé asombrado con ese tipo que usaba el # 14 en su espalda. Fue un Holanda-Uruguay. Y, por supuesto, disfruté cada partido y sufrí como nunca la final contra Alemania. Luego en el Barsa (por eso le voy al Barsa) y claro en los 90's desde el banco dirigiendo a su "dream team". Uno de los grandes, de los grandes que están en el Olimpo. No habrá otro futbolista europeo como él, no lo creo...
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