Tomado de: Libertad Digital. Por: Tolo Leal
Cuando uno habla de tragedias en campos de fútbol, Heysel es
el nombre que suele venir a la cabeza de todos. Los 39 muertos en aquella final
de Copa de Europa entre Liverpool y Juventus quedaron para la historia negra
del deporte. Algunos también pensarán en Hillsborough, o en Bradford. Incluso
pueden llegar a aparecer la de Guatemala en 1996, o la más reciente en Egipto
hace unos años.
Sin embargo, pocos, o muy pocos, pueden reparar en la que
probablemente haya sido la mayor tragedia de todas. Una historia que salió a la
luz muchos años después de que sucediera, debido al intento de ser ocultada por
parte de las autoridades locales, y de la que aún hoy se desconocen muchos
datos. Sucedió en Moscú, en el Estadio Central Lenin, el 20 de octubre de 1982.
El gol más inoportuno
Aquel día, aquel trágico día, se disputaba un encuentro
correspondiente a la Copa de la UEFA. El Spartak de Moscú, conjunto local,
recibía en el partido de ida de los dieciseisavos al Haarlem holandés, el
equipo en el que se había formado Ruud Gullit. No hay que olvidar que el
Spartak es el equipo del pueblo, en contraposición a los policías del Dinamo de
Moscú, los militares del CSKA de Moscú, y los ferroviarios del Lokomotiv de
Moscú, con lo que la cantidad de aficionados que suele arrastrar es enorme.
El partido arrancó con unos diez grados bajo cero. Las
condiciones climatológicas, con nieve y fuerte viento, eran prohibitivas para
jugar a fútbol. Eso provocó que, por un lado, todos los aficionados -unos
18.000 soviéticos y 100 holandeses- se tuvieran que sentar juntos en la tribuna
oriental, puesto que la mayor parte de las gradas estaban impracticables por la
nieve y el hielo.
Edgar Gess adelantaba al Spartak en la primera mitad, con un
brillante disparo a lanzamiento de una falta. 1-0 y gracias, parecía pensar el
público, que comenzó a abandonar el estadio cuando se alcanzaba la recta final
del encuentro. Y entonces llegó el 2-0, obra de Sergei Shvetsov. "Ojalá
nunca hubiera marcado ese gol", declararía más tarde el futbolista
soviético. Porque ese gol significó el comienzo de la tragedia.
Prisas, nervios, y muerte
Los aficionados que aún quedaban en el estadio, obviamente,
gritaron celebrando el gol, que parecía sentenciar la eliminatoria. Los que ya
se encontraban de camino hacia la salida quisieron volver atrás para ver algo,
la celebración, el jolgorio... querían ser partícipes del gol. Y se encontraron
con otros que, a su vez, estaban abandonando el campo. Escoltados por los
militares, que no dejaban regresar a nadie. Así, todos se encontraron en un
mismo túnel, probablemente, porque nunca se ha aclarado este punto de manera
oficial, el único que había abierto aquella noche para todo el estadio.
Y así el tumulto que se forma en un espacio tan reducido,
unido al hielo presente que provocaba continuas caídas, da lugar a muchas
personas aplastadas en el suelo. Nervios. Prisas. Gritos. Los militares tampoco
tienen órdenes de ningún tipo, no saben cómo reaccionar, y se mantienen
increíblemente inertes, lo cual agrava la situación. Y empiezan a sonar las
primeras sirenas de ambulancia.
Andreij Chesnokov, importante tenista ruso de principios de
los 90, se encontraba en el estadio, y así relató lo que vivió: "La gente
caía por las escaleras heladas, tirando al suelo a los que tenían al lado, como
si fueran piezas de un dominó. Para salvarme subí por el pasamanos y nadé sobre
cuerpos que estaban tumbados unos encima de los otros. Algunos levantaban la
mano, pedían ayuda. Pero no conseguían moverse. Conseguí agarrar a un muchacho,
y desplazarlo unos metros en busca de una ambulancia, pero ya estaba muerto.
Alejándome del estadio, vi que los cadáveres eran centenares".
Los dos equipos son enviados a los vestuarios. Desconocen
por completo qué ha sucedido. No les dan ninguna explicación. Ni a los holandeseses,
ni a los locales. Ninguna información. Convenía que no se supiera nada. No hay
que olvidar que nos encontramos en una situación, en 1982, en que la Unión
Soviética de Breznev se encuentra en un estado precario. La superioridad
mostrada por los americanos, el retraso en la carrera tecnológica, el modelo
socialista caduco... estaba llevando al país a dar una imagen de cara al resto
del mundo lamentable. Así que cualquier mala noticia, cualquier suceso que
pudiera empeorar aún la imagen del país, debía ser ocultada. No podía ver la
luz. Y eso se hizo con la tragedia que se acababa de vivir en un campo de
fútbol.
Al día siguiente, la prensa de Moscú habla de "algún
incidente que ha provocado alguna lesión en algunos aficionados", sin dar
mayores informaciones. No fue hasta meses después, con el fallecimiento de
Breznev y la entrada de Jurii Andropov como secretario del PCUS, cuando se
admitió que aquella noche, en el Central Lenin, habían fallecido 67 personas.
Pero no tardaron en afirmarse, desde fuentes no oficiales,
que fueron muchos más los espectadores que perdieron la vida en aquel partido.
Una teoría que sigue defendiéndose hoy. Historiadores que se han dedicado a
reconstruir el suceso apuntan, sin certeza, que podría haber 300 muertos.
Incluso, se habla de que varios militares, por orden del Kremlin, se dedicaron
a recoger y modificar certificados de muerte con el objetivo de que muchos de
ellos "aparecieran" muertos en otros lugares y otras circunstancias.
Recuperando la historia
Durante años, apenas se hizo mención a la tragedia vivida en
el Central Lenin, desde 1992 rebautizado como Luzhniki Stadium. Tampoco de
Panchickhin, gerente del estadio, que fue el habitual cabeza de turco en este
tipo de situaciones, acusado de ser uno de los causantes de la tragedia,
condenado a 18 meses de trabajos forzados. Pero poco a poco pedazos de la
historia vivida van saliendo a la luz. Sobre todo, desde el derrumbamiento de
la URSS. Y en 1990 se lleva a cabo la construcción de un monumento
conmemorativo en los exteriores del estadio.
En el año 2007 exjugadores de ambos equipos, del Spartak de
Moscú y del Haarlem, se reencontraron en el Luzhniki para disputar un encuentro
amistoso pero, sobre todo, para conmemorar a todos las víctimas de aquella
catastrófica noche. A pesar de que a día de hoy se siga desconociendo el número
exacto de esas víctimas. Lo que sí se conoce es que se trata de la mayor
tragedia del fútbol soviético, porque a pesar de los esfuerzos, dejó de ser
secreta.
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