Por: Óscar Córdoba, arquero colombiano
La primera imagen que me viene a la mente de ese día es el
cuerpo de Foe desvaneciéndose a 15 metros de mi posición. Yo estaba fuera del
área, porque en el momento de la tragedia Colombia perdía 1 a 0 con Camerún en
las semifinales de la Copa Confederaciones. Faltaban 20 minutos y el equipo
estaba totalmente volcado en ataque.
Me acuerdo que ese verano europeo fue uno de los más cálidos de la historia,
con temperaturas récord. El calor que hacía en Lyon esa tarde era insoportable
y a mí se me ocurrió, inicialmente, que Foe podía haber sufrido una
deshidratación o un golpe de calor.
Cuando cayó al suelo, el primero que se acercó a socorrerlo fue Jairo Patiño,
que se preocupó cuando lo vio inmóvil y con los ojos en blanco. Yo preferí
quedarme a distancia, porque es común que cuando uno va a auxiliar a un rival,
este puede pensar que uno lo quiere agredir y reacciona en forma agresiva.
Enseguida ingresaron los médicos de Camerún y se lo llevaron en camilla al
vestuario. Ahora no recuerdo bien, pero creo que por los parlantes del estadio
informaron que el jugador estaba fuera de peligro.
Mientras estuvo en la cancha, Foe tuvo un choque con Yepes cuando los dos saltaron
a cabecear una pelota, pero no hubo ningún tipo de consecuencias. En el
comienzo lo amonestaron por una infracción normal, pero no mucho más, casi no
participó de acciones violentas que pudieran justificar lo que le
ocurrió.
El partido continuó como si nada hubiera pasado. Camerún ganó 1 a 0 y ellos
festejaron el pase a la final cantando y bailando. Ya en el vestuario, lo
primero que hicimos los colombianos fue preguntar por el estado de salud del
muchacho. La información oficial era que estaba recuperado, entonces Pacho
Maturana nos mandó a cambiar los guayos por zapatillas y volvimos al campo de
juego para realizar los trabajos regenerativos postpartido. Allí nos
encontramos con los cameruneses que hacían lo mismo, pero en la otra mitad de
la cancha. Yo aproveché para conversar con el arquero Kameni, a quien conocía y
que habla perfecto el español. En las tribunas ya no quedaba nadie. De repente
los africanos empezaron a tomarse la cabeza, a gritarse cosas en su dialecto y
a llorar. Kameni y yo no entendíamos qué sucedía hasta que nos informaron que
Foe había muerto. Me quedé frío. Nos habían mentido a todos, no solamente a los
jugadores sino también al público, pero al final los médicos de la Fifa
tuvieron que decir la verdad. Foe había fallecido en el mismo campo de juego y
el cuerpo estaba en la sala médica del estadio de Lyon.
Las dos horas siguientes fueron terribles, porque los jugadores colombianos
intentábamos consolar a los compañeros de Foe, pero esa gente estaba
desesperada. Gritaban, golpeaban las paredes, no podían creer que ese joven
lleno de vida y con un físico impresionante (medía más de 1,90 m) estuviera
muerto. El panorama era realmente desolador. En un momento nos invitaron a
pasar a la sala para darle el último adiós a Foe, pero preferimos no ingresar
porque sentimos que no correspondía. Nos quedamos en el estadio hasta que se
llevaron el cadáver al aeropuerto. Después comenzaron a escucharse rumores
sobre lo que le había pasado. Algunos comentaban que él se sintió mal durante el
segundo tiempo y le pidió el cambio al entrenador, Schaefer, pero el alemán le
dijo que esperara 15 minutos para ver si se recuperaba. Son cosas que se dicen,
pero nunca se pudieron comprobar. La versión oficial fue que Foe falleció como
consecuencia de un ataque cardiaco.
Todos los futbolistas estamos expuestos a este tipo de fatalidades. Un pelotazo
en un ojo puede provocar un desprendimiento de retina, un choque de cabezas nos
puede llevar a un coma, pero son riesgos que debemos asumir, como lo hacen los
pilotos de Fórmula 1.
A nosotros nos controlan el físico cada siete meses con chequeos médicos. Por
eso, después de lo que viví esa tarde en Lyon no tuve miedo ni quedé
traumatizado, porque mi salud siempre estuvo bien. La enseñanza que me dejó ese
hecho tan dramático es que en esta vida hay cosas que son mucho, muchísimo más
importantes que un partido de fútbol.
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