17 de octubre de 1968. Juegos Olímpicos de México. Se
celebra en el estadio la final de los 200 metros lisos. El estadounidense Tommie
Smith logra la victoria con un tiempo de 19.83 segundos. Tras él entran el
australiano Peter Norman (20.07 seg) y el también estadounidense John
Carlos (20.10 s). Todo normal hasta el momento.
Pero antes de seguir con la historia, creo que hay que hacer
un par de puntualizaciones. A finales de los 60 surgió en el mundo un
movimiento llamado Black Power. A grandes rasgos, lo que defendía esta doctrina
era destacar los valores de la población negra frente a la opresión que sufrían
en muchos ámbitos, sobre todo en Estados Unidos. Hacían apología de los
orígenes africanos de la población negra y utilizaban diversa simbología para explicar
sus preceptos.
El Black Power, en pleno auge en aquel convulso 1968, hizo
un llamamiento a los atletas negros para que boicotearan los Juegos Olímpicos.
Aunque no tuvo mucho éxito este boicot, sí hubo algunos detalles, como el que
les cuento hoy, que pasó a la historia. Y es que Tommie Smith y John Carlos
tenían preparado algo especial.
Llegó el momento de la entrega de medallas de los 200 metros
lisos. Ante la extrañada mirada de todos los asistentes, Smith y Carlos
llegaron de una manera algo singular al podio. Ambos iban descalzos, pero
con calcetines negros (que representaban la pobreza de los negros). John
Carlos llevaba la chaqueta desabrochada, con un collar de cuentas que
representaba a aquellos afroamericanos que murieron colgados, linchados o en
los barcos que transportaban esclavos de África a América. Smith llevaba una bufanda
negra, que representaba el orgullo de su raza. Ambos llevaban una insignia del Proyecto
Olímpico por los Derechos Humanos, una organización en contra del racismo en el
deporte. El australiano Norman también la llevaba, en solidaridad con sus
compañeros. Y por último, Tommie Smith llevaba un par de guantes negros. John
Carlos había olvidado los suyos en la villa olímpica y el australiano
les aconsejó una solución: Que Smith le prestara el guante izquierdo a
Carlos y así ambos podrían llevar un guante en el podio. Y sucedió lo que todo
el mundo sabe. Cuando sonó el himno de los Estados Unidos de América, Tommie
Smith y John Carlos agacharon la cabeza y alzaron el puño enguantado (Smith
el derecho, Carlos el izquierdo). Fue un escándalo. La música del himno
estadounidense se mezcló con los abucheos del público por la actitud de los
atletas estadounidenses. No eran conscientes, quizá, que eran testigos directos
de uno de los momentos más emblemáticos, más simbólicos, más recordados de la
historia del Olimpismo.
La cosa no quedó como si nada. Hubo una pequeña tormenta
después. El presidente del COI, el estadounidense Avery Brundage, decidió
que ese tipo de protestas políticas no casaban con el carácter apolítico e
internacionalista del Olimpismo, por lo que Smith y Carlos fueron condenados a
ser expulsados de la villa olímpica y del equipo estadounidense.
Curiosamente, el Comité estadounidense no quiso expulsarlos, pero Brundage
amenazó con echar a todo el equipo de atletismo de los USA y, finalmente,
Smith y Carlos fueron despedidos. Brundage fue criticado por su actitud, ya que
muchos recordaron que en 1936, cuando él era ya presidente del COI, no
realizó ninguna protesta por los saludos nazis de los atletas alemanes. Aunque
en un principio se dijo que también les iban a desposeer de las medallas, lo
cierto es que tanto Smith como Carlos aún las conservan.
Muy pronto, Smith y Carlos sufrieron las consecuencias de su
acto. Al llegar a Estados Unidos recibieron amenazas de muerte (ellos y sus
familias) y fueron despreciados e ignorados por el establishment deportivo
americano. Aún así, ambos siguieron con su carrera. Luego Smith se hizo
profesor de Educación Física en Ohio y Carlos en Palm Springs, California.
Además, Carlos fue contratado por el Comité Olímpico Estadounidense para
promocionar los Juegos de Los Angeles 84 entre la comunidad negra de la ciudad
californiana. Y es que con el paso del tiempo, las figuras de Smith y Carlos
fueron cada vez más reconocidas y en la actualidad (Smith tiene 68 años y
Carlos 67) son unas muy respetadas voces de los derechos de los negros, aunque,
por suerte, ya no tienen tantas cosas por las que protestar. Los
reconocimientos llegan hasta el punto de tener una estatua ambos en la
Universidad Estatal de San Jose, en California (foto, arriba). Han recibido
numerosos premios y fueron críticos con los Juegos Olímpicos de Pekín por las
pocas garantías que había para los Derechos Humanos en China.
Pero esta historia no estaría completa si no le dedicamos
unas palabras al tercer personaje del relato, el australiano Peter Norman. Un
tipo que, siendo ajeno a la causa de los estadounidenses, mostró sus
simpatías con Smith y Carlos y los apoyó en todo momento. Pues bien, para
Normal la cosa no fue fácil tampoco, porque recibió una severa reprimenda del
Comité Olímpico Australiano y en su país los medios de comunicación le hicieron
el vacío. Cuatro años después, llegó a quedarse fuera del equipo de atletismo
australiano pese a tener buenos tiempos. Una grave lesión le llevó al
alcoholismo y en octubre de 2006 falleció de un paro cardíaco. En su entierro,
Tommie Smith y John Carlos fueron dos de los portadores de su féretro.
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