José Sanfilippo.
"Yabríl se
echó a reír y le dijo a su amigo Romeo: - ¿Quién iba a querer matar al Papa?
Eso sería como matar a una serpiente no venenosa. No es más que una cabeza
visible, vieja e inútil, rodeada de ancianos igualmente inútiles dispuestos a
reemplazarlo. Novios de Cristo, un total de doce estúpidos con bonete rojo.
¿Qué cambiaría en el mundo con la muerte de un Papa? Una cosa diferente seria
raptarlo, ya que es el hombre más rico del mundo. Pero asesinarlo sería como
matar a una lagartija que estuviera tomando el sol."
Fragmento
tomado del libro "La Cuarta K" de Mario Puzo.
Por: Edwin Medina.
Cada vez
que visito el barrio Chapinero de Bogotá observo con nostalgia aquel lugar donde pasé
los mejores años de mi adolescencia. Se llamaba: "La Circoteka", un teatro
pequeño, hermoso y acogedor. Allí, iba cada sábado con mis colegas del colegio
a escuchar las bandas de rock y punk capitalinas. Fueron años delirantes,
frenéticos y alegres. En aquel teatro, se reunían jóvenes de distintas clases
sociales de Bogotá, no solamente a escuchar música, sino también a intercambiar
libros y ver teatro. Nunca vi una pelea, o mala onda en aquel lugar, ni
siquiera había personal de logística, ni tampoco tráfico de drogas, bueno, quizás
lo había, pero nunca me enteré, ni me ofrecieron.
Era un ambiente sano e
intelectual, el ingreso en muchas ocasiones era gratuito, fue aquel teatro un
perfecto acopio simbólico para los jóvenes capitalinos de la época que buscaban
alternativas al a veces monótono clima de la urbe capitalina. Pero la alegría
fue efímera, pasado el tiempo, el teatro La Circoteka fue remplazado por un
CityDent y unas cabinas telefónicas, al fondo de estos establecimientos aún se
pueden percibir algunos trastes de los que fue aquel lugar.
En nombre
del “Progreso” nuestra metropoli va cambiando, los Starbucks, los McDonald, los
Juan Valdéz Café, Oxxo, Subway, entre otros, se apropian de los lugares insignias de la
ciudad, convirtiéndola en una urbe consumista de muchos productos y poca
cultura.
No sólo
pasa en esta parte del mundo, al otro lado del continente, en Buenos Aires, hace ya varios
años, el estadio de San Lorenzo de Almagro fue derrumbado para construir un
supermercado Carrefour. Por allí, por donde quedaba el estadio, pasó el ex
jugador y máximo goleador de la historia de San Lorenzo José Sanfilippo.
José Ingresó
al Carrefour, atónito se quedó, hizo una mirada panorámica y se detuvo en la
cajera que le preguntó que deseaba. Sanfilippo no pronunciaba palabra, luego de
unos minutos miró a la cajera del supermercado y dijo: “Aquí pasé los mejores
años de mi vida”. Sanfilippo iba acompañado de su amigo Osvaldo Soriano el cual
contó en una carta a Eduardo Galeano la visita al Carrefour aquella tarde:
“El otro
día estuve en el supermercado “Carrefour” donde antes estaba la cancha de San
Lorenzo. Fui con José Sanfilippo, el héroe de mi infancia, que fue goleador de
San Lorenzo cuatro temporadas seguidas.
Caminamos
entre las góndolas, rodeados de cacerolas, quesos y ristras de chorizo. De
pronto, mientras nos acercábamos a las cajas, Sanfilippo abre los brazos y me
dice: “Pensar que acá se la clavé de sobrepique al arquero Roma, en aquel
partido contra Boca”. Se cruza delante de una gorda que arrastra un carrito
lleno de latas, bifes y verduras y dice: “Fue el gol más rápido de la
historia”.
Concentrado,
como esperando un córner, me cuenta: “Le dije al cinco, que debutaba: no bien
empiece el partido, me mandás un pelotazo al área. No te calentés que no te voy
a hacer quedar mal. Yo era mayor y el chico, Capdevila se llamaba, se asustó,
pensó: a ver si cumplo”. Y ahí nomás Sanfilippo me señala la fila de frascos de
mayonesa y grita: “!Acá la puso!”. La gente nos mira, azorada. “La pelota me
cayó atrás de los centrales, atropellé pero se me fue un poco hasta ahí, donde
está el arroz ¿ve?” –Me señala el estante de abajo, y de golpe como un conejo a
pesar de su traje azul y los zapatos lustrados-: “La dejé picar y plum”. Tira
el zurdazo. Todos nos damos vuelta para mirar hacia la caja, donde estaba el
arco hace treinta y tantos años, y a todos nos parece que la pelota se mete
arriba, justo donde están las pilas para radio y la hojitas de afeitar.
Sanfilippo
levanta los brazos para festejar. Los clientes y las cajeras se rompen las
manos de tanto aplaudir. Casi me pongo a llorar. El Nene Sanfilippo había hecho
de nuevo el gol de 1962, nada más que para que yo pudiera verlo”.
Hace poco
me encontraba leyendo el libro La Cuarta K de Mario Puzo, luego de un rato cerré
el libro y lo guardé en mi mesa. Encendí la tele y vi a una periodista con gran
alarma diciendo que el Papá Francisco había recibido amenazas por parte de un grupo extremista. Al final de la nota, la periodista dijo que de sufrir el Papa un
atentado sería un golpe inmenso para la Iglesia Católica y para los hinchas de
San Lorenzo, los cuales perderían a su hincha más “fiel”. No sé qué me causó
más gracia de todo lo que dijo la comunicadora, puesto que a un grupo
extremista poco le interesaría acabar con la vida de un líder religioso, esto no cambiaría el status quo, ni aportaría a su causa rebelde. Si el Papa sufre
un atentado contra su vida, seria este planeado por alguna lucha de poder
interna en el Vaticano, como las que expuso Mario Puzo en su libro: Los Borgia.
Por
otro lado, dudo que el Papa Francisco sea el hincha más fiel de San Lorenzo y
más aún al leer la historia de Sanfilippo. José fue más que un jugador, fue un fanático que le entregó los mejores
años de su vida al club blaugrana y ahora con nostalgia ve como ese gigante de
cemento donde anotó tantísimos goles se convirtió en un símbolo del capitalismo actual y del induvidualismo de nuestra época.
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