Carteles a favor del "sí" y
banderas independentistas en la grada del Camp Nou.
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Por: Iñako díaz
En el clima político más tenso de la
democracia, el fútbol no escapa.
Para valorar todo esto hablamos con tres
políticos e hinchas de distintas ideologías y equipos: Andrea Levy, Gabriel
Rufián y Eduardo Madina.
No hay que mezclar fútbol y política. Lo
han leído, lo han escuchado y, probablemente, lo hayan dicho. Bien, pues espero
que no se lo creyera demasiado o se van a llevar un disgusto. Con el conflicto catalán devorándolo
todo, el fútbol español ha dejado de disimular, el binomio fútbol y política. Piqué votando y
llorando el 1-O, Ramos grabando vídeos ante una bandera española
gigante, Bartomeu intentando nadar y guardar la ropa, el
Metropolitano inundado de rojigualdas para recibir al Barça, Javier Tebas con
su pasado ultraderechista y la bandera al cuello en la manifestación a favor de
la unidad...
Si pensaban que en estos días resultaba
imposible poner de acuerdo a derecha, izquierda e independentismo, -en realidad
lo parece- la relación fútbol-política lo consigue (a ratos). Preguntamos a un
socialista de Bilbao (el ex diputado Eduardo Madina), una popular del
Barça (la vicesecretaria del PP, Andrea Levy) y un indepedel Espanyol
(el portavoz de ERC, Gabriel Rufián): ¿es positiva esta politización del
fútbol?
«Como toda expresión cultural o social de
un país, el fútbol es indesligable de la política. Vengo de un Euskadi marcado
por los silencios obligados por la presencia de ETA, así que el silencio nunca
me parece una buena señal. Que los clubes y los jugadores se expresen
políticamente es una señal de madurez en una sociedad», apunta Madina.
Se suma Rufián: «El fútbol, como cualquier
ámbito de la vida, a menudo es política. Y me gusta que haya tíos valientes
como Piqué o Rafa Nadal, con el que ideológicamente no tengo nada que ver,
pero que cuando tiene que defender sus ideas lo hace. Ojalá cunda el ejemplo».
«Que futbolistas como Piqué se posicionen es positivo. Con los clubes es
distinto. Porque una cosa es fomentar los valores políticos de participación y
otra convertirse en espacios dominados por un interés partidista. Es lo que ha
pasado en el Camp Nou», puntualiza Levy, que señala a un Barça que se ha
encontrado (o se ha metido) en el ojo del huracán. Volveremos a él.
Athletic-Barça, los equipos emblema de las
dos comunidades con más historial nacionalista y con las célebres pitadas al
himno como precedente. Madina, asiduo a San Mamés desde los oscuros 80,
víctima de ETA, lo celebra: «Ha cambiado muchísimo el ambiente porque Euskadi
no tiene nada que ver con la de antes del 20 de octubre de 2011, cuando ETA
anunció el cese definitivo de la violencia. El viejo y el nuevo San Mamés son
dos mundos distintos».
Para el Barça, cada partido es un
sobresalto. Primero, se posicionó a favor del derecho a decidir. Después, se
quedó en tierra de nadie al jugar a puerta cerrada el 1-0 en vez de
suspender el partido, como pedía el independentismo, o disputarlo con
normalidad. Por último, contra Olympiacos, se escudó en la UEFA para impedir
que se colocasen pancartas de apoyo a los Jordis. Y así, Bartomeu se
convirtió en un equidistante y enfadó a todos.
«Un club como el Barça no puede actuar como
si sólo tuviera seguidores de una tendencia ideológica. No debería haberse
posicionado claramente a favor del soberanismo. Se ha creído más que un club,
ha querido ser un apéndice de la política institucional catalana y ha enviado al
banquillo a los socios que no se reconocen en la identidad política que quiere
impulsar. Ha excluido a gran parte de su afición», sentencia Levy.
Y es que es imposible que, en el ambiente
actual, la selección no acabe en el foco político. Piqué fue el detonante y en
su rueda de prensa de la paz dejó una de las frases más debatidas del
año: “un independista puede jugar con España” Él aclaró que no era su caso, así
que le preguntamos a alguien que sí lo es, Gabriel Rufián. ¿Podría un
independentista jugar con España?: «Por supuesto. Yo soy seguidor y he
celebrado triunfos de la selección española. Me encantan Iniesta y
Ramos. Me encantaba Casillas. No tengo fobia hacia la bandera española, ni
hacia el himno español, ni hacia el fútbol español». Uno, que tiene serios
problemas para comprender los nacionalismos, ruega una explicación de algo que
le parece contradictorio: «Al final, ser independentista no es nada. Es un
estado transitorio. Yo lo que me considero es republicano de izquierdas y eso
va ligado a la defensa de la autodeterminación de los pueblos. Y nada de eso me
parece incompatible con que disfrutes de la selección española, quieras que gane
o, en el caso de un futbolista, quieras jugar en ella». Mientras tanto los campos de fútbol seguirán siendo expresión de la sociedad.
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