Por: Toni Padilla.
Suiza. Arrastrando siempre su fama de ser un paraíso. De
lugar ideal para vivir, para subir montañas o esconder tu dinero. Suiza, con un
fútbol mestizo gracias a los hijos de los inmigrantes que antes encontraban
ciertas facilidades para empezar una nueva vida. Y que ahora ven cómo les
cierran más puertas, generando preocupación en la Federación de fútbol local,
entidad consciente de que los hijos de los inmigrantes son los que han
permitido hacer renacer su fútbol.
Tierra de deportes. De esquí y, cómo no, de Roger Federer.
Federer, ese hincha del Basilea que ha enamorado con una raqueta. Basilea,
la ciudad fronteriza donde el equipo local se empeña en sacar buenos jugadores
y maravillar Europa. De la cantera del Basilea han salidoo han militado
los hermanos Yakin, los hermanos Xhaka, Marco Streller, Shaqiri, Stocker,Kuzmamovic, Rakitic, Sommer, Frei, Inler o Derdiyok.
La mayor parte de ellos suizos hijos de inmigrantes o refugiados de guerra.
Suiza, rompiendo con su imagen tópica (y como todo tópico,
más falsa que cierta), vive derbis temibles. Violentos. La principal rivalidad,
más que enfrentar a dos equipos, enfrenta a dos ciudades: Basilea con Zúrich.
Siempre que el Basilea juega contra uno de los dos equipos grandes de Zúrich,
ya sea el Grasshopper o el FC Zúrich, saltan chispas.
La rivalidad es máxima. Aunque durante otras décadas era más
caliente un Basilea-Grasshopper, pues el Grasshopper, identificado por la
imaginación popular como el equipo de la clase alta de Zurich, era el club más
ganador. En función de qué equipo de Zurich está más fuerte, el derbi late
más o menos, pues en el fondo, es la rivalidad entre dos ciudades. Y en Basilea
el otro club, el Concordia, es demasiado pequeño e incluso está afiliado al FC
Basilea. Así pues, el honor de Zurich lo defienden dos clubes. El de Basilea,
sólo uno. Ese equipo que triunfa en Europa y lidera la tabla con comodidad. Con
el dinero de una de las multinacionales con sede en Basilea, Novartis, el club
ha levantado un fútbol base maravilloso ganando 8 de las últimas 12 ligas. Y
este año pinta que llegará otra.
El Basilea, entrenado por Murat Yakin, lidera la liga
con 48 puntos, cinco más que el Grasshopper. El Zurich, cuarto por detrás del
Young Boys de Berna, podría, en caso de ganar, hacer un favor al Grasshopper.
Su otro enemigo. Cosas de las rivalidades.
Ayudó mucho en incrementar la rivalidad entre el Zurich y el
Basilea el famoso partido del 13 de mayo del 2006. Basilea y FC Zurich
jugaban en el estadio del primero, Saint Jakobs, en la última jornada de liga.
El empate le daba la liga al Basilea. Y en el minuto 92, con empate 1-1,
Filipescu marcó el 1-2. El Zurich le ganó la liga en su casa al equipo
azulgrana. El partido acabó mal, con hinchas saltando al césped,
enfrentamientos con la policía e incluso jugadores del Zurich agredidos. Ese
título del Zurich en medio de los años dorados del Basilea han elevado aún más
la tensión y ahora cada derbi moviliza centenares de policías.
Más allá de los goles del eterno Marco Streller en el
Basilea o de Gavranovic en el Zurich, este partido enfrenta dos ciudades y sus
formas de ser. Basilea es una ciudad viva. Situada en la frontera con Alemania
y Francia, es sede de muchas empresas, tiene baretos de mala muerte, clubes
nocturnos y una gran tradición comercial. Bien situada en una zona de
fronteras, y con el Rin al lado, Basilea fue un importante centro cultural
durante los años de la reforma protestante. Basilea se siente orgullosa de ser
una ciudad donde se genera dinero. De ser una ciudad industrial. Zurich es
el lugar ideal para gastar el dinero. Una ciudad más señorial, con sus
cafés elegantes, su ópera, sus paseos en barco por el lago. Zurich es la ciudad
importante porque toma las decisiones. Zurich es la ciudad comercial. Basilea
genera, Zurich administra.
Basilea es una ciudad más internacional. Por la inmigración
y las fronteras. Una ciudad con aroma francés (aquí se asentaron millares de
franceses en el siglo XVIII al ser expulsados de Francia por ser protestantes)
en la frontera con Alemania. Zurich es una ciudad muy suiza, muy señorial. Con
sus locuras (se tiene que visitar el Cabaret Voltaire y descubrir qué pasó
aquí), todas protagonizadas por gente de buena cuna. Con su sensación de poder.
Las dos ciudades son orgullosas. Suiza tendrá fama de
ser el sitio más pacífico de Europa, pero no siempre fue así. La rivalidad nace
en las centenares de batallas que durante años asolaron esta tierra (consultad
esta lista de guerras, es alucinante como les gustaba aporrearse). Durante
siglos, cada valle, cada ciudad, luchaba contra las otras. Luego se puso por el
medio la religión (protestantes contra católicos), y el resultado fue más de
cinco siglos de valles suizos bañados en sangre, revueltas y odio. Sorprende
que Suiza encontrara la fórmula del éxito. Quizás fue su sistema repartido en
cantones, que garantizó que estas ciudades no se sintieran sometidas a ningún
vecino cascarrabias.
Hoy, la rivalidad entre ciudades estimula la economía. Y
solo cuando juegan los equipos de fútbol podemos intuir que los suizos fueron
gente muy bruta en su momento. Cuando los hinchas del Basilea y el Zurich van
al campo con sus banderas, las mismas que se veían en campos de batalla, la
rivalidad se mantiene viva.
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