Antonin Panenka. 1976. |
"Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán
la primavera".
Pablo Neruda.
Por: Edwin Medina.
El fútbol se puede ver desde dos aristas: Como eterno
manipulador de masas. Espectáculo alienante. Productor de consumismo
desaforado. Pero también, como representante de culturas e identidades
nacionales, y en algunas ocasiones, como instrumento de lucha política. En esta
última definición, me quiero detener e ir atrás, hasta los años 60, más
exactamente a Praga, cuando surgió una revolución proveniente no de
guerrilleros o campesinos oprimidos, si no por intelectuales, eruditos y
escritores.
El crujir de las piedras siendo machacadas fue el primer
sonido anormal que escucharos los habitantes de Praga aquel día. Luego, el
unísono de botas desfilando hacia el centro de la ciudad terminó por asombrar
aún más a los checos. Un centenar de tanques de guerra y miles de soldados
soviéticos asaltaron la ciudad. No dispararon ni una sola bala. No subyugaron a
nadie. Mucho menos hubo secuestros o saqueos. Tan sólo demostrar su poder.
Deseaban ser observados como el ejército poderoso que eran, para poner fin a la
Primavera de Praga. La máxima de Mluhan tomaba más autenticidad que nunca: El
medio es el mensaje.
La Primavera de Praga junto al Mayo Francés, fue uno de los
fenómenos sociales más importantes del siglo XX. Al terminar la segunda guerra
mundial, los soviéticos quedaron al mando de varios países europeos, entre
ellos Checoslovaquia. El comunismo ingresó al país de manera autoritaria,
tomando el poder absoluto, eliminando los partidos antagónicos ideológicamente
y reformando todas las leyes del país.
A los checos no les gustó la idea de recibir órdenes de
líderes extranjeros y bajo el mando de los intelectuales de la época, unidos en
un movimiento llamado: Unión de Escritores, conformada entre otros por Franz
Kafka, Antoni Jaroslav, Milan Kundera y Alexander Dubcek, surgió una
revolución, no de armas sino de ideas por parte del pueblo checo dirigida hacia
el Kremlin ruso. Este grupo deseaba democratizar el país y disminuir el dominio
moscovita en los asuntos de la nación. Esta autonomía que buscaba
Checoslovaquia en la Primavera de Praga se basaba en la educación, en la
libertad del individuo y en la pluralidad de pensamientos. Actuar "según
su conciencia", poner fin a la censura y tener derecho cada uno de los
ciudadanos checos de criticar al gobierno, libertad de prensa y autonomía de la
misma, para producir informes mordaces sobre la incompetencia del gobierno y la
corrupción.
En ningún momento los checos deseaban expulsar de su país a
los rusos, de hecho aceptaban su poder armamentístico e ideológico, pero no deseaban
ser gobernados por ellos y se negaban a aceptar el modelo soviético. Los rusos
al darse cuenta del apoyo que estaba recibiendo los checos por parte de otros
países por su renacer intelectual y por su forma de hacer una revolución con
ideas o como lo llamo Dubcek: Socialismo con rostro humano, decidió poner fin a
La Primavera de Praga. No estaba bien visto para el Kremlin que en plena Guerra
Fría uno de sus subordinados se revelará y se convirtiera con el tiempo en su
peor enemigo.
Los rusos sabían que los checos eran comunistas, pero eran
otro tipo de comunistas, tal vez comunistas románticos o menos radicales. Así
que cuando las nuevas reformas que surgieron de la Primavera de Praga tomaron
vigor, los moscovitas decidieron echarlas abajo, los rusos invadieron Praga,
llevaron al líder d la revuelta Dubcek a Moscú e implantaron su régimen
totalitario en el país. Las armas vencieron a las ideas.
Este renacer intelectual que se dio en Checoslovaquia en
aquella época surgió en todos los escenarios y rincones del país, incluso en el
deporte. Por aquel tiempo los checos entendieron que podían enfrentar al mundo
de igual a igual. Uno de los hechos que marcaron aquella época fue el triunfo
categórico del Slavia Praga sobre el Real Madrid y sus estrellas. Pero el
clímax máximo del deporte checo fue conseguido tiempo después al ganar la
Eurocopa de 1976 gracias a un gol lleno de talento e inteligencia marcado por
Antonin Panenka.
Era la final de la Eurocopa de 1976, alemanes y checos se
encuentran cara a cara en Belgrado. Los alemanes venían de ganar dos años atrás
a la Naranja Mecánica la Copa del Mundo, por ende eran los favoritos, sin
embargo, los liderados por Franz Beckenbauer, no lograron vencer a su rival a
lo largo de los noventa minutos, ni en la media hora adicional. El encuentro
terminó igualado a dos tantos y por primera vez una final de Eurocopa se
definiría por lanzamientos desde el punto penal.
Los primeros siete penaltis encontraron su objetivo. Excepto
el volante alemán Uli Hoeness el cual erró, mandando el balón por encima del
larguero. Luego, llegó el turno del disparo de Antonín Panenka. Éste lo hizo de
una manera audaz, vivaz, sublime, logrando que su lanzamiento alcanzara la
inmortalidad.
Panenka besó con su botín la esférica. Ésta se despegó del
pie derecho de Panenka de forma lenta y elegante. El balón ingresó como en
cámara lenta. El portero alemán ya acostado, vencido sobre el verde césped de
Belgrado, observaba como la bala blanca ingresaba como sonriendo, esperando a
besar la red.
Fue el gol del triunfo. Panenka corrió con los brazos
abiertos buscando a sus compañeros. Fue abrazado por ellos, no sólo fue un
abrazo entre futbolistas, era el abrazo de todo un país. El gol de Panenka, fue
un gol único, lleno de inteligencia, anotado por alguien proveniente de una
sociedad que prima las ideas a las armas. Lo colectivo a lo individual. Una
sociedad que le dio al mundo a excelentes escritores, grandes jugadores y por
supuesto, el gol de penal más hermoso de la historia.
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