Jugador chileno Carlos Cazsely |
Por Alejandro Millán Valencia
"Imagínate que a los 20 años es muy difícil enterarte
de las atrocidades que se cometen en las dictaduras. Nosotros estábamos
preocupados por jugar, como selección chilena, por un país. No por un
gobierno", le contó a BBC Mundo el exdelantero chileno Carlos Caszely.
En Moscú, Chile -que estaba vestido de blanco- fue una máquina defensiva frente
a una potencia futbolística como era la URSS. Mientras que el partido de
vuelta, dos meses después en Santiago de Chile, fue un encuentro fantasma donde
los locales ganaron sin rival a la vista.
"Ese partido de vuelta yo lo bauticé como el 'teatro del absurdo'. Fue
algo que no se hace ni en el barrio, cuando se juega con los amigos", dijo
Caszely.
Un partido "absurdo, ridículo" que selló su clasificación a un
Mundial.
Lima-Moscú
Para las eliminatorias del Mundial de Alemania 1974, Chile
quedó inscrito en el grupo 3 sudamericano junto a Venezuela y Perú.
Después de que Venezuela se bajara del baile, en mayo de 1973 Chile le ganó la
serie a los blanquirrojos y se enteró de que su rival por un cupo para el
Mundial de Alemania sería la potencia soviética.
En ese momento se pactaron las fechas de los encuentros: el partido de ida se
disputaría el 26 de septiembre en el estadio Lenín de Moscú y el de vuelta, el
21 de noviembre en el Nacional de Santiago.
Pero el 11 de septiembre, dos semanas antes del primer cruce, Pinochet
bombardeó La Moneda y derrocó al gobierno de Salvador Allende.
Se estableció un toque de queda y el país quedó bloqueado. Por momentos, el
partido quedó en "veremos".
"La situación era difícil. Muchos de los jugadores no
querían viajar para no dejar a sus familias solas bajo la tutela del régimen, a
muchas de las cuáles estaban vigilando", explicó Pickett.
Pero había un deseo de peso: la selección, después del excelente Mundial del 62
e Inglaterra 66, no se había clasificado a México 70.
Los directivos lograron sortear los escollos gubernamentales
para que los jugadores pudieran salir del país, pero se autoimpusieron una
condición para sobrevivir al régimen y al viaje: no se hablaría de política.
"Ellos nos dijeron que no habláramos de la situación contingente de Chile,
que no habláramos con nadie, que éramos deportistas, que nos remitiéramos
simplemente a lo que era nuestra misión: jugar al fútbol", fue el relato
de Leonardo Véliz, mediocampista chileno, en diálogo con Pickett para su libro.
No era un capricho de complacencia con el régimen militar: era una efectiva
manera de evitarse problemas.
Y los seleccionados cayeron en cuenta de la seriedad de la advertencia cuando
el general Gustavo Leigh, el flamante jefe de la Fuerza Área que bombardeó el
palacio gubernamental aquel 11 de septiembre, en medio de una conversación con
el médico del equipo, Elías Jacob, lanzó una broma que sonó más como amenaza
velada.
"Cuídate, Elías, porque yo no hago canjes", le dijo justo en el
momento en que se disponían a salir hacia Moscú.
Solo contra el barrio
Entonces sopesaron la incertidumbre familiar con la
confianza en sí mismos.
"Teníamos equipo para ganarles a los soviéticos", recordó Caszely.
Tenía razón: además de Caszely, que jugaba en el Levante español, habían
convocado a Carlos Reinoso, que era parte del América de México, y a varios
miembros del equipo Colo-Colo que había quedado subcampeón de la Copa
Libertadores ese año.
El viaje hacia la Unión Soviética estuvo lleno de momentos
inquietantes: decenas de escalas, fría recepción en Moscú, algunos problemas de
aduanas... Pero llevaban la mira puesta en el partido.
Por supuesto, para que se obren las hazañas es necesaria una cuota de suerte:
después de seis años ausente de la selección, al mejor jugador chileno de la
historia, el defensa central Elías Figueroa, se le abrió un hueco en la
apretada agenda de su club.
"Yo no iba a ir porque tenía un partido en Brasil con mi equipo, el
Internacional (de Portoalegre), y los directivos no me habían dado permiso.
Pero ese partido finalmente se atrasó dos días", le contó Elías Figueroa a
BBC Mundo.
"La única condición que me pusieron es que tenía que estar de regreso para
el viernes. El partido contra la Unión Soviética era un miércoles. Regresé
muerto a Brasil".
Así, con la estrella del equipo bordó confirmada en su alineación, el técnico
chileno Luis Álamos definió la estrategia: la defensa radical.
"Jugamos con seis defensas, tres volantes de contención y yo adelante,
solo contra el barrio", contó Caszely.
"Era nuestra única opción, porque no sabíamos nada de nuestro rival. No es
como ahora que hay internet y videos en YouTube. En ese momento no teníamos
idea de cómo jugaban", agregó.
Causa y estrategia
En la noche del miércoles 26 de septiembre de 1973, en el
estadio Lenín de Moscú, se enfrentaron URSS y Chile.
Resultó que la estrategia dio resultado: el equipo soviético no logró sortear
la muralla defensiva y comenzó a jugar a lo que Chile quería: a los centros.
Ahí estaban Figueroa y Alberto "El Mariscal" Quintano.
"Me quedó doliendo la cabeza de todos las pelotas que rechacé. Pero lo
cierto es que por arriba siempre fui muy bien, así que no lograron hacernos
mucho daño", recordó Figueroa.
Pero hubo un jugador soviético que sí se atrevió a más: el ucraniano Oleg
Blokhin, estrella del Dínamo de Kiev y Balón de Oro en 1975, que comenzó a
hacer una fiesta por la derecha del campo.
Hasta que Figueroa se hartó.
"Se me salió el uruguayo", dijo en referencia a los años que había
jugado en Peñarol. Después de que Blokhin pasara por enésima vez al lateral,
Don Elías, como lo llamaban, lo atendió con un planchazo que sacó al soviético
a la pista atlética del estadio Lenin.
"Después de eso, Blokhin dejó la punta y se puso a volantear", contó
Caszely.
Y no hubo más interferencias. El partido terminó 0-0. Empate que sabía bastante
a victoria.
"Pensaron que nos iban a meter cinco", anotó Figueroa.
Pero un empate en ese entonces, como ahora, no era suficiente.
El partido fantasma
Para mediados de noviembre de 1973, Chile había roto
relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y el estadio Nacional de
Santiago se había establecido como un centro clandestino de tortura.
Sin embargo, el partido de vuelta seguía programado por la FIFA. Desde Moscú
solicitaron que se cambiara la sede del partido, alegando temas de seguridad,
pero Chile se negó a hacer cualquier cambio en lo ya establecido.
La noche anterior al partido, que se jugaba un domingo, los integrantes de la
selección fueron comunicados que la selección soviética no se iba a presentar
al día siguiente. Que de hecho, ni siquiera había viajado a Santiago.
Y que, por default, estaban clasificados al Mundial del 74.
"Yo creo que ellos ya sabían desde mucho antes, pero sabían que si nos
decían ni Elías iba a venir de Brasil ni yo de España. Y nos querían tener a
todos", dijo el exdelantero chileno.
Pero no había marcha atrás: al otro día, con un estadio Nacional medio lleno,
el equipo se vio en la necesidad de salir a la cancha sin un equipo rival al
frente.
A medirse frente a un fantasma.
Y después de sacar de la mitad de la cancha, se fueron tocando la pelota entre
los compañeros, sin ningún tipo de resistencia, hasta que finalmente el capitán
Francisco Valdés la metió en un arco vacío.
"Fue el 'teatro del absurdo'. Ni con los amigos se juega así. Incluso el
árbitro era chileno", recordó Figueroa.
En las actas el partido quedó 2-0. Chile clasificó al Mundial y fue eliminado
en la primera fase. Sin embargo, algo se comenzó a cuajar desde allí.
"La historia del fútbol se escribe partido a partido. Renglón a renglón.
Ese fue parte de nuestro aporte a la gran historia que se está viviendo en el
fútbol de Chile ahora", concluyó Caszely.
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