Luz Long y Jesse Owens |
El estadio olímpico de Berlín fue en 1936, durante los
Juegos, escenario del triunfo de un atleta afroamericano llamado Jesse Owens.
Éste hizo enfucerecer a Hitler, dispuesto a convertir aquel acontecimiento
deportivo en la mejor propaganda para el régimen Nazi y la supremacia de la
raza aria. La historia ha convertido en héroe al atleta de Alabama, aunque el
gesto de mayor calado lo protagonizó un atleta alemán llamado Luz Long que ante
los ojos del dictador ofreció un gesto de gigantesca humanidad y respeto al
deporte.
Por: JUAN CARLOS ÁLVAREZ
Luz Long había nacido en Leipzig en 1913. En los Juegos de
Berlín en 1936 constituía el ideal deportista para el régimen nazi: había
terminado sus estudios como abogado, era alto, rubio de ojos azules,
disciplinado y un magnífico atleta. En definitiva, uno de los deportistas con
los que Hitler quería mostrar al mundo la supremacía de la raza aria porque
aquellos Juegos, por encima de todo, pretendían ser la mejor propaganda para su
ideología.
Alemania cumplió de forma brillante en aquellos Juegos
–lideró el medallero con amplitud– pero el efecto que Jesse Owens tuvo en la
opinión pública tiró por el suelo toda la estrategia propagandística nazi. Un
negro con cuatro oros se había convertido en el héroe de los Juegos. Por eso
cobra mayor relevancia el comportamiento que Long tuvo durante aquella
competición.
El atleta alemán tenía una misión: arrebatar a Owens el oro
en el salto de longitud, una disciplina en la que el de Alabama parecía
intocable. Pero Long tenía a su favor su capacidad competitiva y el hecho de
estar más descansado que Owens, sometido a un intenso castigo en busca de los
cuatro oros. El día de la calificación de longitud Owens se sentía muy cansado
después de ganar los cien metros con récord del mundo. Sólo se pedían 7.15
metros para estar en la final. Long cumplió el expediente a la primera. El
americano, en cambio, hizo dos primeros saltos nulos mostrando evidentes
problemas para ajustar la carrera y la batida. La leyenda dice que los jueces,
presionados por el "entorno", le hicieron alguna jugarreta, pero
jamás se pudo comprobar nada extraño. La cuestión es que Owens estaba nervioso
antes de su tercer y definitivo salto. Long se acercó para presentarse.
Conversó con él un rato y le convenció de cambiar determinadas distancias en su
carrera de aproximación a la tabla: "No te hace falta arriesgar para hacer
esa distancia, estás muy por encima de ella". Aquello podría ser
considerado un intento de desestabilizar a un rival en un momento clave de la
competición. Pero Owens siguió sus consejos al pie de la letra y consiguió el
salto que buscaba para estar en la final. Dos días después se ven las caras en
busca del oro. Es ahí donde Long muestra su carácter en la competición. Su
primer salto le lleva a 7.87, su mejor marca personal y una seria amenaza para
Owens que tampoco se siente cómodo. Es en el quinto salto cuando da muestras de
su enorme potencial y se va a 8.06 metros. El estadio se queda asombrado por la
magnitud del registro y por la reacción de Long que salta entusiasmado y acude
el primero a abrazar y felicitar al rival. Un ejemplar de la raza aria rendía
homenaje ante casi cien mil personas a un negro venido del sur de Estados
Unidos. Hitler, completamente desairado, abandona el palco consciente de que
acababa de perder sus olimpiadas. Aquel detalle de humanidad y generosidad le
saldría caro a Long. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial fue llamado a
filas y enviado al frente, algo que no sucedía con los deportistas de élite que
ejercían otra clase de cargos mucho más gratificantes. En la batalla de la isla
de Sicilia, en 1943, Long fue herido y moriría en un hospital de campaña un par
de días después. Pasada la guerra Jesse Owens viajó a Alemania para conocer a
su familia e incluso costeó los estudios de su hijo; el COI le distinguió con
la Medalla Pierre de Coubertin, su máxima distinción. El atleta americano
dejaría en su visita a la tierra de su amigo y rival una cita inolvidable:
"Se podrían fundir todas las medallas que gané y no valdrían nada frente a
la amistad de veinticuatro quilates que entablé con Long en aquel
momento". La organización del Mundial de atletismo reunirá este fin de
semana a las familias de ambos deportistas, un detalle que ellos seguro
agradecerían.
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