Steven Gerrard
Por: Edwin Medina
¿Lo recuerdas? Espalda recta, frente en alto, elegancia en
su trote, pases precisos, buen juego aéreo. ¡Y como le pegaba! Recuerdo un gol
en las tantas copas que juegan en el fútbol inglés, era una final, no recuerdo
bien en que año, pero me acuerdo que estaba en el Liverpool el negro Cisse, sí,
el mismo Cisse que un chino cara de perro le destrozó el tobillo previo al
Mundial de Corea - Japón, como me dolió. Yo quería ver a esa Francia jugando
con Trezeguet, Henry y Cisse, pero los galos se fueron de aquel Mundial sin
anotar ni un sólo gol. ¿Cómo? ¿Que no pueden jugar juntos esos tres al tiempo?
Los buenos jugadores, los crack, siempre pueden jugar juntos. ¿Acaso no
recuerdas al Brasil de los cinco diez? También jugaba en aquel Liverpool
Carragher, vaya central, puro huevo y corazón. Aquel día Gerrard la cogió de
derecha desde varios metros de distancia, disparó como si odiara la pelota,
sacó un latigazo féroz, potencia pura, un balazo que iba más rápido que el
carro en el que se mató aquella princesa en París. Y a cobrar, por supuesto,
campeones de Copa.
Te digo una cosa, lo del Liverpool aquella tarde estuvo
bien. Pero lo que el hincha quiere es que los reds sean campeones de la Premier
League. Desde 1990 en Anfield no saben lo que es ser campeones de la Premier.
Se estancaron en 18 títulos, y veintitantos años sin ganar la Liga, para un
equipo grande, es una eternidad. Claro, ganaron la Champions 2005 en aquella
final épica en Estambul ante el Milán después de ir perdiendo tres a cero. Pero
la Premier para los reds lo es todo. Necesitan volver a ser campeones absolutos
de Inglaterra como antaño.
Y estuvieron cerca, fue en el año 2014, Liverpool era
puntero de la Premier League a falta de tan sólo tres jornadas. Aquella mañana
de domingo, se enfrentaban en Anfield ante la suplencia del Chelsea. Mourinho,
técnico de los blue, decidió poner el equipo alterno porque quería reservar los
titulares en la semifinal de la Champions ante el Atlético Madrid.
No me vas a creer lo que fue ese partido. Luisito Suárez
venia hecho un demonio, todo lo que tocaba terminaba en gol. Era el goleador
del certamen y se entendía bastante bien con Gerrard, Sturridge y Sterling.
Pero ese día no tuvo ni una sola chanche, ni una. Justo en ese partido, no le
salió nada bien. Los disciplinados o más bien los robots que puso Mourinho en
el terreno de juego no pasaban de la mitad de la cancha. Todo balón cercano a
su portero lo reventaban de punta para arriba. Te repito, con el triunfo nadie
le quitaba el título al Liverpool, pero el empate también servía, porque lo
reds seguirían dependiendo de sí mismos para ser campeones.
Los locales presionaban e intentaban por todos lados llegar
al gol. Los de Londres rechazaban y raspaban. No habían pateado una sola vez al
arco. Pero al minuto 88, el Liverpool estaba con sus líneas bastante
adelantadas, la defensa estaba posicionada en el medio campo. Entonces Gerrard
retrocedió para recibir un pase lateral, era el último hombre, atrás de él sólo
se encontraba su compañero el arquero belga Mignolet. La esférica venía
lentamente hacia el botín derecho de Gerrard, éste se posiciona para recibir,
pero apoya mal su pie izquierdo, pequeño gran error, Gerrard resbala, el balón
sigue su recorrido, pasa lentamente frente a los ojos del capitán, 'no te vayas
sin mí', parece decirle con la mirada. Es tarde, la pelota ya está en los pies
del delantero del Chelsea, Gerrard se repone, corre con la ilusión de
alcanzarlo, sabe que nunca lo logrará. "Que lo resuelva él" habrá
pensado mientras mira a su arquero, pero Mignolet ya se encontraba
desparramado, aún aturdido por la imagen que vio segundos antes. El capitán
abatido. Fue gol y todo el esfuerzo de la temporada se esfumó.
Pensé que lo iban a destruir. Tú sabes cómo son los
ingleses, mira lo que le hicieron a Óscar Wilde cuando se enteraron de su
homosexuidad. A cana. Pero con Gerrard fue todo lo contrario. A pesar del duro
golpe, no pararon de animar a su capitán. Recuerda que son los hinchas del 'You
Never Walk Alone'. Nunca caminarás solo. Ese resbalón fue como una premonición
de lo que vendría. El Liverpool ya no dependía de sí mismo, ahora el City era
puntero. Al domingo siguientente City volvió a ganar y los reds en otro partido
increíble empataron ante el Cristal Palace y se despidieron del título. Luis Suárez
lloraba desconsolado y Gerrard, vuelto añicos, lo miraba sin saber que decirle.
Nunca el Liverpool estuvo tan cerca en los últimos años de
ser campeón de la Premier League. Aquella temporada había sido perfecta, la más
cercana al tan ansiado trofeo.
Ahora Gerrard pasa el epílogo de su carrera bien lejos de su natal Anfield. No
se repuso, se sintió culpable de aquel error y huyó, pero como nos enseñó Oscar
Wilde en El Retrato de Dorian Gray, nadie puede huir de su pasado ni de sus
errores por más lejos que vaya
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