Jurgen Klopp |
Por: Edwin Medina
Gabriel García Márquez se encontraba en Bogotá, el día que la
historia de Colombia se partió en dos.
Corría el año de 1948, Gabo era estudiante de la Universidad
Nacional. Salió de una aburrida clase de derecho y se dirigió a su casa en el
centro de la capital. Al llegar a su pensión se sentó a almorzar. La primera
cucharada de sopa no había alcanzado a llegar a su paladar cuando al frente
suyo se detuvo su amigo Wilfrido Mathieu.
-
Se jodió este país -le dijo-. Acaban
de matar a Gaitán.
Gabo, un enamorado de las historias, tenía que
presenciar este magno acontecimiento en primera persona. Salió precipitadamente
hacia el lugar de los hechos. Al llegar a la convulsionada Avenida Jiménez de
Quesada, casi sin aire, se dio cuenta que acababan de llevarse al herido a la
Clínica Central, a unas cuatro cuadras de allí. Observó a un grupo de hombres que mojaban sus
pañuelos en el charco de sangre caliente que dejó el cuerpo de Gaitán para
guardarlos como reliquias históricas. Una mujer de aspecto humilde de las
muchas que vendían baratijas en aquel lugar, levantó su puño con el pañuelo ensangrentado
y gritó:
-Hijos
de puta, me lo mataron.
Los limpiabotas del centro de Bogotá armados con sus
herramientas de trabajo, trataban de derriban a golpes las cortinas metálicas de
la farmacia Nueva Granada, donde los escasos policías de guardia habían
encerrado al agresor de Gaitán para protegerlo de las turbas enardecidas.
-
Agente – suplicó el sospechoso – no deje que me
maten.
De repente, en el lugar de los hechos apareció un
hombre sacado de otro contexto, el cual Gabo describe así:
“Me
llamó la atención un hombre alto y muy dueño de sí, con un traje blanco
impecable como para una boda, incitaba a las masas con gritos bien calculados.
Y tan efectivos, además, que el propietario de la farmacia subió las cortinas
de acero por el temor de que la incendiaran.
-
¡Al palacio! – Ordenó a gritos el hombre que nunca fue identificado- ¡Al palacio!
Los más radicales y enfurecidos obedecieron. Asaltaron
la farmacia. Agarraron por los tobillos el cuerpo golpeado y lo arrastraron por la carrera Séptima, hacia
la Plaza de Bolívar. Desde las aceras y los balcones los alentaban gritos y
aplausos de la horda enfurecida. El cadáver desfigurado a golpes iba dejando trapos
de ropa y de cuerpo en el asfalto capitalino. Así la turba siguió de largo
hasta el Palacio Presidencial. Allí dejaron lo que quedaba del cuerpo.
Gabo permaneció en el lugar del crimen unos minutos más,
sorprendido por aquel hombre. Luego se
marchó ante el inminente peligro que corría él y todos los ciudadanos. La
muchedumbre comenzó a quemar el tranvía,
asaltar los comercios, romper ventanales y linchar a todo al que dejase notar una adhesión
con el Partido Conservador.
Cincuenta años después, en Vivir para Contarla Gabo recuerda
aquel día y aquel hombre:
“Mi memoria sigue fija en la imagen
del hombre que parecía instigar al gentío frente a la farmacia, y no lo he
encontrado en ninguno de los incontables testimonios que he leído sobre aquel día.
Lo había visto muy de cerca, con un vestido de gran clase, una piel de
alabrasto y un control milimétrico de sus actos. Tanto me llamó la atención que
seguí pendiente de él hasta que lo recogieron en un automóvil demasiado nuevo,
tan pronto como se llevaron el cadáver del asesino, y desde entonces
pareció borrado de la memoria histórica.
Incluso de la mía, hasta muchos años después, en mis tiempos de periodista,
cuando me asaltó la ocurrencia de que aquel hombre había logrado que mataran a
un falso asesino para proteger la identidad del verdadero”.
Recordé aquel hombre que describía García Márquez, cuando veía a Jurguen Klopp, técnico del
Liverpool vestido también de blanco y tambien en un mes de abril como el Bogotazo, arengando a las masas en las gradas y a
sus jugadores en el césped. Muy dueño de sí. Con órdenes y gritos bien calculados. El equipo
inglés perdía ante el Borussia Dormund por dos tantos a cero como local y debía marcar tres goles en 45 minutos para avanzar a
las semifinales de la Europa League.
El liverpool, históricamente es un equipo de
remontadas. La más conocida, en 2005 en la final de la Champions League. Perdía
tres tantos a cero frente al Milán de
Carlo Ancelotti . Pero en el vestuario las palabras de Carragher y en el terreno
de juego la jerarquía de su ídolo Steven Gerrrard fueron la fuerza necesaria con la que los reds lograron remontar en tan solo
45 minutos el encuentro y coronarse campeón de Europa por lanzamientos desde el
punto penal.
Pero Carragher se retiró hace varias temporadas y
Steven Gerrard está viviendo el epílogo de su carrera bien lejos de Anfield. Sin sus dos jugadores insignias sólo quedaba él, su técnico Klopp con su personalidad arrolladora y su gran manejo de grupo
lograría el milagro de la remontada. Mientras sus jugadores intentaban lo
posible, Klopp constantemente gritaba, levantaba sus puños, animaba la grada, le
hablaba enfurecido a sus dirigidos. Minuto a minuto el hombre de blanco junto a
la línea de cal alentaba tanto a sus jugadores como a sus seguidores. Recordándoles
el esplendor de su pasado. Aunque los seguidores del Liverpool veían dificil vencer a los alemanes, no abandonaron, así los educaron.
Liverpool logró el primer gol al minuto 58, la
remontada comenzaba a vislumbrarse, pero el BVB marcó el tercer gol al minuto 64. Tres tantos a uno vencían los alemanes. La
serie parecía definida. Los dirigidos por Klopp debían marcar tres goles en
media hora. Imposible. Pero Klopp siguió creyendo en el milagro y no paró de impartir
órdenes a sus jugadores. Al minuto 66 el
brasilero Philippe Coutinho anotó el segundo gol de los locales. La batalla estaba 3-2 a favor del BVB. Minutos más tarde, al minuto 77, el defensa M. Sakho marcó el empate 3-3. Faltaba un solo gol para la remontada histórica. Aquella llegaría.
En el minuto 91, Dejan Lovren se elevó del césped de Anfield y con un cabezazo
certero sentenció el 4-3. Se escuchó el grito simultáneo de 40 mil personas y el
estampido de todo Anfield. La cámara enfocó en aquel caos que originó el
gol el rostro de Klopp. No celebró la anotación. Hizo una sonrisa distante. Se
perdió entre la masa que ya había perdido el juicio. Klopp sabía que su equipo estaba
fuera del peligro de la eliminación. Mientras tanto los hinchas alemanes dirigían sus miradas a Klopp, por sus rostros deduje que en el corazón
de ellos floreció un rencor limpio. Purificado por los fines de semana que
Klopp con ellos convivió. Jurguen Klopp guió al BVB desde el 2008 hasta el 2016, con excelentes resultados, ganando la Bundesliga en dos ocasiones. También la Copa Alemana, venciendo al Bayern Munich.
Liverpool ganó un
partido quimérico en los Cuartos de Final de la Europa League. Venció al gran favorito. Estoy seguro que sin el estratega alemán hubiese sido imposible. Luego, al finalizar el encuentro, Klopp abrazó a sus jugadores como quien abraza a un amigo después de años de no verlo. Posteriormente se perdió de nuevo entre la horda de gente, como hace 69 años también en abril y también de blanco un hombre dirigió a un puñado de personas para lograr su objetivo, lo consiguió y se marchó.
No estoy segura, pero creo que el hombre misterioso que vio Garcia Marquez en el Bogotazo no estaba vestido de blanc sino de gris. entiendo que lo importante no es el color del hombre aquel, sino la forma como movió a su antojo la escena del crimen con gritos y manipulación de la desorientada gente, los hechos fueron muy confusos en ese entonces, hasta para el propio joven Garcia Marquez.
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