Por E. González
La última gran batalla del viejo laborismo británico,
socialista y cristiano, concluyó en marzo de 1985 con una derrota definitiva.
Tras un año de huelga contra el Gobierno de Margaret Thatcher, los mineros se
rindieron y en poco tiempo, una a una, las minas fueron cerrándose. Pero, antes
de la huelga y del triunfo de Thatcher, aquella izquierda había disfrutado de
una gloria irrepetible. Nunca en el fútbol europeo se había visto algo así.
¿Fútbol y política? Sí, por supuesto. A veces ocurre. El mundo de los símbolos
es así de complejo.
Tomemos una ciudad: Nottingham, en el corazón industrial de
Inglaterra. A mediados de los 70, Nottingham estaba perdiendo con rapidez sus
fábricas textiles. La población decrecía. La crisis económica y la crisis del
laborismo se unían en una sensación generalizada de declive.
Tomemos un equipo: el Nottingham Forest, tan histórico como deprimido. El
Forest fue fundado en 1865 y adoptó el color rojo del revolucionario italiano
Garibaldi; en 1976 poseía un pasado notabilísimo (patrocinó el nacimiento del
Arsenal londinense, fue el primer equipo en experimentar las redes en las
porterías y el arbitraje con silbato en vez de banderas) y un presente mediocre
en la Segunda División.
Tomemos un joven entrenador: Brian Clough, que destacaba por su efectividad (le
había dado una Liga al modesto Derby County en 1972), por su tremendo carácter
y por su filiación laborista. Cuando había una huelga minera en las Midlands,
Clough estaba ahí, animando a los piquetes y donando parte de su sueldo. Mister
Clough, como exigía ser llamado, no puede ser comparado con los Mourinho o los
Ferguson de hoy porque éstos no resisten la comparación. Una de sus frases
célebres: "Ya sé que Roma no se construyó en un día, pero es que yo no me
encargué de ese trabajo".
Ya tenemos la ciudad, el equipo y el técnico: una mezcla
explosiva. En 1977, Mister Clough logró que el Forest ascendiera a la máxima
categoría. Entonces empezó la fiesta: en la temporada siguiente, 1977-78, el
Forest fue campeón de Liga. En 1979, el año en que Thatcher llegó al Gobierno,
fue campeón de Europa. Y en 1980 lo fue otra vez. Ningún otro equipo europeo
posee más Copas de Europa que títulos ligueros. El Forest logró la hazaña
jugando limpio y raso: fue el primer equipo británico que amó el balón. Otra
frase de Clough: "Si Dios hubiera querido que el fútbol se jugara en las
nubes, no habría puesto hierba en el suelo".
Luego llegó la decadencia. Las estrellas como Peter Shilton
y Trevor Francis se eclipsaron. Mister Clough se hundió en el alcoholismo. El
15 de abril de 1989, cuando Forest y Liverpool iniciaban una semifinal de Copa
en el estadio de Hillsborough (Sheffield), una avalancha de espectadores causó
96 víctimas mortales. La tragedia de Hillsborough simbolizó el fin de una
época. En 1993 llegaron el descenso y la despedida de Mister Clough.
El mejor entrenador británico (este título podría discutírselo su amigo Bill
Shankly, pero nunca Alex Ferguson) murió en 2004, tras un trasplante de hígado
que le dio unos pocos meses de tiempo suplementario. El Nottingham Forest
malvive en la Segunda División inglesa. Lo que hicieron Mister Clough y el
Forest nunca será superado.
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